RECUERDOS DE MUDANZAS
La conozco desde niño debido a nuestras frecuentes mudanzas de un piso a otro, aquella peculiar sensación de cuando se ha extraído a los objetos de su uso cotidiano, la silla ha dejado de ser silla, la mesa ya no es mesa, la cama está desmontada. La cómoda consiste solo en cajones y tablas de madera. Los libros están dentro de sacos blancos de nailon sacados de alguna parte en los que se lee 《sal marina cristalizada》, como si fuesen peces a los que hubiera que poner en salazón. Me pregunto si después, cuando los lea, tendrán sabor amargo.
Estás en medio de todo ese caos, sin hacer nada, no sabes dónde meterte, los mayores tampoco lo saben, están nerviosos, esperan el camión de la mudanza y fuman. Luego se carga todo y vosotros seguís dando vueltas por ahí, no queréis cerrar la puerta, tu madre revisa por vigésima vez si se ha olvidado de algo, tu padre se pierde por el jardín para regar los dos cerezos y el rosal silvestre porque vete tú a saber si el nuevo inquilino cuidará de ellos. Yo abrazo a uno de los gatos, el otro se ha escondido en algún sitio.
Despedida.
Casa nueva.
Nuevas despedidas.
Mudanzas de estudiante.
Mudanzas tras el divorcio.
Traslado a otros países.
Retorno.
Casa nueva.
La vida entera puede narrarse como un catálogo de mudanzas.
-- Gueorgui Gospodínov, Física de la tristeza. Edit. Fulgencio Pimentel
Trad: María Vútova y Andrés Barba