presento a…
Bill Cunningham
Bill Cunningham (1929 - 2016) fue un documentalista de moda durante más de medio siglo, y sus fotografías están inspiradas por una pasión de toda la vida por el estilo. Parte del tejido de la siempre cambiante metrópolis de la ciudad de Nueva York, Cunningham se hizo famoso por su capacidad para detectar y fotografiar las tendencias de moda en sus inicios. Singular en la historia de la fotografía de moda, Cunningham reinventó el género y adoptó imágenes sencillas tomadas en las calles de la ciudad, en lugar del uso de modelos posadas, dentro del entorno del estudio. Debido a su enfoque meticuloso para la creación de imágenes y su devoción por su oficio, Bill Cunningham creó un extraordinario conjunto de trabajos que no solo capturaron la historia de la moda, sino también el espíritu de su época.
Bill Cunningham nació en 1929 y se crió en Massachusetts. Cunningham asistió brevemente a la Universidad de Harvard antes de mudarse a la ciudad de Nueva York para seguir una carrera como diseñador de sombreros. Después de diseñar sombreros durante varios años y trabajar con minoristas de artículos a medida como Chez Ninon, Cunningham observó que las tendencias de moda femenina se alejaban de los sombreros. Con esta observación, realizó la transición profética al periodismo. Trabajando como columnista para el Women's Wear Daily y como reportero con sede en Nueva York para el Chicago Tribune a mediados de la década de 1960, Cunningham comenzó lo que se convertiría en una carrera de por vida en el periodismo de moda. Durante su carrera trabajando para el New York Times, Cunningham mantuvo su libertad como freelance. Colaboraba con frecuencia en revistas de moda reconocidas como Vogue y Town & Country, y ayudó a lanzar Details en 1982. Cunningham trabajaría con el Times hasta su muerte en 2016.
Se ha escrito mucho sobre la vida y la obra de Bill Cunningham en varias publicaciones. También ha sido el tema de un documental premiado, Bill Cunningham New York (2010) y, más recientemente, The Times of Bill Cunningham (2018). Al momento de su muerte, Cunningham dejó el manuscrito de una autobiografía, que tituló Fashion Climbing
Antes de su fallecimiento, Cunningham compiló un manuscrito de su autobiografía, titulado Fashion Climbing, que luego se publicó póstumamente en 2018. La fundación Bill Cunningham se creó para promover y apoyar las fotografías de Cunningham y su legado.
Jacques Léonard
Jacques Léonard, (París, 1909 – l’Escala, 1994) tenía 43 años cuando se instaló de manera definitiva en Barcelona para dedicarse profesionalmente a la fotografía. Cerraba una época marcada por un estilo de vida que, a consecuencia de las diversas actividades desarrolladas, le había llevado a viajar por todo el mundo.
Hijo de un tratante de caballos de origen gitano y de la dueña de una casa de costura en París, pronto se inició en el mundo del cine. En 1931 empezó a trabajar haciendo encargos para unos estudios de París, después pasó a dedicarse a tareas de montaje y, más tarde, de producción. Colaboró con varios directores, entre los que cabe destacar a Abel Gance.
En 1940 viajó a España ya que buscaba localizaciones para una película sobre Cristóbal Colón que no llegó a rodarse debido a la situación de guerra en Europa. Conoció al entonces director general de cinematografía, que le ofreció la oportunidad de trabajar en varios encargos y se quedó en Madrid. .
En 1949 se trasladó a Barcelona con el empresario teatral Arthur Kaps y se convirtió en su mano derecha. Más tarde, alejado de los rodajes, trabajó como restaurador de muebles.
Conoció al humorista Robert Lamouret y le acompañó en calidad de secretario en una gira mundial. Con él viajó a Inglaterra, Australia, Grecia e Italia. Al finalizar la gira, rechazó la propuesta de viajar a Estados Unidos, y en 1952 se instaló en Barcelona donde se enamoró de Rosario Amaya, una gitana que trabajaba como modelo de artistas. Se casó e inició su actividad como fotógrafo free lance.
Francesc Català-Roca le proporcionó contactos y, a partir de ahí, colaboró en diferentes medios: La Vanguardia; La Gaceta Ilustrada; Pomezia, una publicación del Obispado de Barcelona, y Sant Jordi, la revista de la Diputación de Barcelona. Montó su propio laboratorio dedicado a la fotografía publicitaria.
En 1975, tras el desmantelamiento de los barrios gitanos de Barcelona, se trasladó al de la Mina y por problemas de salud dejó la fotografía y se dedicó a trabajar en el proyecto de un libro sobre la cultura gitana, Les quatre fers en l’air, que no consiguió publicar a pesar del interés inicial demostrado por la editorial Plon de París, especializada en etnología.
1991, Con la salud muy mermada, se estableció en L’Escala donde murió en 1994.
Steve Schapiros
Steve Schapiro descubrió la fotografía a los nueve años en un campamento de verano. Emocionado por el potencial de la cámara, Schapiro pasó las siguientes décadas rondando las calles de su ciudad natal, Nueva York, tratando de emular el trabajo del fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson, a quien admiraba profundamente. Su primera educación formal en fotografía llegó cuando estudió con el fotoperiodista W. Eugene Smith. La influencia de Smith en Schapiro fue de gran alcance. Le enseñó las habilidades técnicas que necesitaba para triunfar como fotógrafo, pero también influyó en su perspectiva personal y su visión del mundo. El interés de toda la vida de Schapiro por el documental social y su retrato empático y constante de sus sujetos es el resultado de los días que pasó con Smith y del desarrollo de un enfoque humanista y preocupado por la fotografía.
A partir de 1961, Schapiro trabajó como fotoperiodista independiente. Sus fotografías aparecieron a nivel internacional en las páginas y portadas de revistas, entre ellas Life , Look , Time , Newsweek , Rolling Stone , Vanity Fair , Sports Illustrated , People y Paris Match . Durante la década de 1960 en Estados Unidos, llamada la "edad de oro del fotoperiodismo", Schapiro produjo ensayos fotográficos sobre temas tan variados como la adicción a los narcóticos, la Pascua en Harlem, el Teatro Apollo, los músicos de jazz, Haight-Ashbury, la protesta política, la campaña presidencial de Robert Kennedy, los caniches y los presidentes. Una historia particularmente conmovedora sobre las vidas de los trabajadores migrantes en Arkansas, producida en 1961 para Jubilee y recogida por The New York Times Magazine , informó a los lectores sobre las difíciles condiciones de vida de los trabajadores migrantes y provocó un cambio tangible: la instalación de electricidad en sus campamentos.
Schapiro, activista y documentalista, cubrió muchas historias relacionadas con el Movimiento por los Derechos Civiles, entre ellas la Marcha a Washington por el Empleo y la Libertad, la campaña para el registro de votantes y la marcha de Selma a Montgomery. Convocado por Life to Memphis después del asesinato de Martin Luther King Jr., Schapiro produjo algunas de las imágenes más emblemáticas de ese trágico acontecimiento.
En la década de 1970, cuando las revistas de fotografía como Look cerraron, Schapiro centró su atención en el cine. Con importantes compañías cinematográficas como clientes, Schapiro produjo materiales publicitarios, fotografías publicitarias y carteles para películas tan notables como El Padrino , Taxi Driver , Cowboy de medianoche y Chinatown . También colaboró en proyectos con músicos, como Barbra Streisand y David Bowie, para portadas de discos y arte relacionado.
Las fotografías de Schapiro han sido ampliamente reproducidas en revistas y libros relacionados con los derechos civiles, el cine y la historia cultural estadounidense desde los años 1960 en adelante. Las monografías de la obra de Schapiro incluyen el galardonado American Edge (2000), un libro sobre el espíritu de la turbulenta década de los años 1960 en Estados Unidos; y Schapiro's Heroes (2007), que ofrece largos perfiles íntimos de diez figuras icónicas: Muhammad Ali, Andy Warhol, Martin Luther King Jr., Robert Kennedy, Ray Charles, Jacqueline Kennedy Onassis, James Baldwin, Samuel Beckett, Barbra Streisand y Truman Capote. Schapiro's Heroes fue el ganador de un premio Art Directors Club Cube. Taschen lanzó The Godfather Family Album : Photographs by Steve Schapiro en 2008, seguido de Taxi Driver (2010), ambos inicialmente en ediciones limitadas firmadas. A esto le siguieron Then And Now (2012), Barbra (2014) con fotos de Streisand de Schapiro y Lawrence Schiller, Bliss sobre la cambiante generación hippie (2015), BOWIE (2016), Misericordia (2016) sobre un centro para personas con problemas de desarrollo y, en 2017, un libro sobre Muhammad Ali y The Fire Next Time de Taschen, ganador del premio Lucie , con el texto de James Baldwin y las fotos de derechos civiles de Schapiro de 1963 a 1968.
Schapiro falleció el 15 de enero de 2022. En el momento de su muerte, Schapiro tenía preparados dos libros de fotografía que se publicaron en 2022: Andy Warhol and Friends 1965–1966 (Taschen) y Seventy Thirty (Damiani), que combina 70 de sus fotografías con 30 de su hijo Theophilus. También tenía libros sobre fotoperiodismo, la ciudad de Nueva York, Riverside Records y celebridades preparados para su futura publicación. Con la ayuda de David Fahey, Schapiro también había estado trabajando en un proyecto retrospectivo que combinaba todas sus imágenes icónicas.
La exposición Road to Freedom del High Museum of Art , que viajó por todo Estados Unidos, incluyó numerosas fotografías suyas del Movimiento por los Derechos Civiles y de Martin Luther King Jr. Recientemente, se han realizado exposiciones individuales en Los Ángeles, Londres, Santa Fe, Ámsterdam, París y Berlín. Steve ha realizado grandes exposiciones retrospectivas en museos de Estados Unidos, España, Rusia y Alemania.
Schapiro continuó trabajando en el ámbito documental hasta poco antes de su muerte. Su serie de fotografías más reciente trataba sobre la India, el activista social cristiano Shane Claiborne y Black Lives Matter.
En 2017, Schapiro ganó el premio Lucie por sus logros en fotoperiodismo. El trabajo de Schapiro está representado en muchas colecciones privadas y públicas, entre ellas el Museo Smithsonian, el High Museum of Art, el Museo Metropolitano de Nueva York y el Museo Getty.
William Klein
William Klein (1928-2022) nació en la ciudad de Nueva York. Después de graduarse antes de tiempo de la escuela secundaria, comenzó a estudiar sociología en el City College de Nueva York. En 1946 se unió al ejército de los EE. UU. y estuvo destinado en Alemania, donde ganó su primera cámara en una partida de póquer. Después de mudarse a París en 1948, continuó sus estudios en la Sorbona con la ayuda de la ley GI Bill. En ese momento, su enfoque era la pintura abstracta y la escultura. Después de estudiar con el artista francés Fernand Léger, las primeras pausas en la carrera de Klein llegaron con dos exposiciones en Milán, donde fue descubierto por el arquitecto Angelo Mangiarotti. Comenzaron a colaborar cuando Mangiarotti le pidió a Klein que recreara una de sus pinturas abstractas en los biombos giratorios de un apartamento milanés, su primer trabajo por encargo. Fue la experiencia de documentar estos paneles en movimiento lo que lo llevó a reconsiderar la fotografía.
En 1954, Alexander Liberman, entonces director artístico de la Vogue estadounidense, pidió reunirse con Klein después de ver sus esculturas cinéticas en la exposición colectiva de París, Le Salon des Réalitiés Nouvelles. Posteriormente, Vogue publicó sus fotografías de graneros holandeses, que recordaban a Mondrian, poco después de su encuentro. Así comenzó su incursión en la fotografía de moda, así como sus famosos ensayos fotográficos sobre varias ciudades. Al fotografiar para Vogue durante un breve regreso a Nueva York, Klein se soltó en la ciudad, llevando la fotografía de moda en una dirección completamente nueva. Capturó lo bello y lo grotesco, todo en tomas de gran angular y teleobjetivo. Al sacar a las modelos del estudio y llevarlas a las calles, sus técnicas revolucionarias fueron pioneras en una nueva visión.
Klein, reconocido ampliamente como un innovador significativo en la historia y el diseño del libro de fotografía, publicó su primer libro Life is Good and Good For You en Nueva York en 1956, que ganó el Prix Nadar al año siguiente. Al capturar la dureza de la vida cotidiana, las imágenes brutalmente honestas de Klein causaron una gran sensación. Se publicaron tres libros más, cada uno con fotografías de una ciudad diferente: Roma en 1958-59, seguida en 1964 por Moscú y Tokio (reeditado en edición limitada en 2014 por Akio Nagasawa Publishing).
En 1958, Klein comenzó a explorar la imagen en movimiento y creó su primera película pop, Broadway by Light, en 1958. Luego produjo largometrajes y documentales, entre ellos una sátira sobre el mundo de la moda, Qui-Êtes Vous Polly Maggoo? (1966); Far From Vietnam (1967); Muhammad Ali, The Greatest (1969); y The Little Richard Story (1980). Su última película hasta la fecha, Messiah (1999), revela a escala épica un resumen de los temas presentes a lo largo de su carrera artística.
Klein, que ha recibido numerosos premios, fue distinguido con el título de Comendador de las Artes y las Letras de Francia en 1989, la Medalla del Siglo de la Royal Photographic Society de Londres en 1999, el International Center of Photography Infinity Award for Lifetime Achievement en 2007 y el premio a la Contribución Destacada a la Fotografía en los Sony World Photography Awards de 2012. Las obras de William Klein se encuentran en las colecciones de muchas instituciones, entre ellas el Museo Metropolitano de Arte, el Museo de Arte Moderno y el Museo Whitney de Arte Americano de Nueva York, el Museo J. Paul Getty de Los Ángeles y el Centro Pompidou de París.
William Klein (1928-2022) nació en la ciudad de Nueva York. Después de graduarse antes de tiempo de la escuela secundaria, comenzó a estudiar sociología en el City College de Nueva York. En 1946 se unió al ejército de los EE. UU. y estuvo destinado en Alemania, donde ganó su primera cámara en una partida de póquer. Después de mudarse a París en 1948, continuó sus estudios en la Sorbona con la ayuda de la ley GI Bill. En ese momento, su enfoque era la pintura abstracta y la escultura. Después de estudiar con el artista francés Fernand Léger, las primeras pausas en la carrera de Klein llegaron con dos exposiciones en Milán, donde fue descubierto por el arquitecto Angelo Mangiarotti. Comenzaron a colaborar cuando Mangiarotti le pidió a Klein que recreara una de sus pinturas abstractas en los biombos giratorios de un apartamento milanés, su primer trabajo por encargo. Fue la experiencia de documentar estos paneles en movimiento lo que lo llevó a reconsiderar la fotografía.
En 1954, Alexander Liberman, entonces director artístico de la Vogue estadounidense, pidió reunirse con Klein después de ver sus esculturas cinéticas en la exposición colectiva de París, Le Salon des Réalitiés Nouvelles. Posteriormente, Vogue publicó sus fotografías de graneros holandeses, que recordaban a Mondrian, poco después de su encuentro. Así comenzó su incursión en la fotografía de moda, así como sus famosos ensayos fotográficos sobre varias ciudades. Al fotografiar para Vogue durante un breve regreso a Nueva York, Klein se soltó en la ciudad, llevando la fotografía de moda en una dirección completamente nueva. Capturó lo bello y lo grotesco, todo en tomas de gran angular y teleobjetivo. Al sacar a las modelos del estudio y llevarlas a las calles, sus técnicas revolucionarias fueron pioneras en una nueva visión.
Klein, reconocido ampliamente como un innovador significativo en la historia y el diseño del libro de fotografía, publicó su primer libro Life is Good and Good For You en Nueva York en 1956, que ganó el Prix Nadar al año siguiente. Al capturar la dureza de la vida cotidiana, las imágenes brutalmente honestas de Klein causaron una gran sensación. Se publicaron tres libros más, cada uno con fotografías de una ciudad diferente: Roma en 1958-59, seguida en 1964 por Moscú y Tokio (reeditado en edición limitada en 2014 por Akio Nagasawa Publishing).
En 1958, Klein comenzó a explorar la imagen en movimiento y creó su primera película pop, Broadway by Light, en 1958. Luego produjo largometrajes y documentales, entre ellos una sátira sobre el mundo de la moda, Qui-Êtes Vous Polly Maggoo? (1966); Far From Vietnam (1967); Muhammad Ali, The Greatest (1969); y The Little Richard Story (1980). Su última película hasta la fecha, Messiah (1999), revela a escala épica un resumen de los temas presentes a lo largo de su carrera artística.
Klein, que recibió numerosos premios, fue distinguido con el título de Comendador de las Artes y las Letras de Francia en 1989, la Medalla del Siglo de la Royal Photographic Society de Londres en 1999, el International Center of Photography Infinity Award for Lifetime Achievement en 2007 y el premio a la Contribución Destacada a la Fotografía en los Sony World Photography Awards de 2012. Las obras de William Klein se encuentran en las colecciones de muchas instituciones, entre ellas el Museo Metropolitano de Arte, el Museo de Arte Moderno y el Museo Whitney de Arte Americano de Nueva York, el Museo J. Paul Getty de Los Ángeles y el Centro Pompidou de París.
Nadav Kander
Nadav Kander es un fotógrafo, artista y director residente en Londres, conocido por sus retratos y fotografías de paisajes de gran formato. Nació en Israel, creció en Johannesburgo y se mudó a Londres en 1982 para comenzar su carrera en serio.
Entre sus proyectos anteriores se incluyen Yangtze – The Long River , ganador del premio Prix Pictet en 2009; Dust , que exploró los vestigios de la Guerra Fría a través de las ruinas radiactivas de ciudades secretas en la frontera entre Kazajstán y Rusia; Bodies: 6 Women, 1 Man ; y Obama's People , una aclamada serie de 52 retratos encargada por la revista New York Times. Su serie actual, Dark Line - The Thames Estuary , es una reflexión personal sobre el paisaje del río Támesis en su punto de conexión con el mar, a través de imágenes atmosféricas de sus oscuras aguas de lento movimiento y horizontes aparentemente infinitos. En 2019, Steidl publicó The Meeting , el primer libro dedicado a sus retratos, que captura sus enigmáticas representaciones de figuras culturales y de modelos desconocidos.
El trabajo de Kander se encuentra en colecciones públicas, entre ellas la National Portrait Gallery, Londres, Reino Unido; el Museum of Contemporary Photography, Chicago, EE. UU.; el Marta Herford Museum, Alemania; el Sheldon Museum, Lincoln, EE. UU.; la Frank-Suss Collection, Londres, Nueva York y Hong Kong; y la Statoil Collection, Noruega. Ha expuesto internacionalmente en lugares como el Weserburg Museum, Alemania; el Musée de L'Elysée, Lausanne, Suiza; el Museum of Photographic Arts, San Diego, EE. UU.; el Museum of Applied Arts, Colonia, Alemania; el Barbican Centre, Londres, Reino Unido; The Photographers' Gallery, Londres, Reino Unido; Somerset House, Londres, Reino Unido; el Palais de Tokyo, París, Francia; y el Herzliya Museum of Contemporary Art, Israel. Entre sus becas y premios recientes se incluyen un Premio Honorario de la Royal Photographic Society y en 2019 recibió el premio Outstanding Contribution to Photography de la World Photography Organisation.
Saul Leiter
Saul Leiter (1923-2013) nació en Pittsburgh, hijo de un erudito talmúdico de renombre internacional. El interés de Leiter por el arte comenzó en su adolescencia tardía y, aunque lo animaron a convertirse en rabino como su padre, abandonó la escuela de teología y se mudó a Nueva York para dedicarse a la pintura a los 23 años. En Nueva York, se hizo amigo del pintor expresionista abstracto Richard Pousette-Dart, que estaba experimentando con la fotografía. Su amistad con Pousette-Dart y, poco después, con W. Eugene Smith, amplió su interés por la fotografía. Las primeras fotografías en blanco y negro de Leiter muestran una afinidad extraordinaria por el medio. En la década de 1950, comenzó a trabajar también en color, compilando un extenso y significativo conjunto de trabajos durante la infancia del medio. Su color distintivamente tenue a menudo tiene una calidad pictórica que se destacó entre el trabajo de sus contemporáneos. La primera exposición de fotografías en color de Leiter se celebró en la década de 1950 en el Artist's Club, un lugar de encuentro para muchos de los pintores expresionistas abstractos de la época. Edward Steichen incluyó veintitrés fotografías en blanco y negro de Leiter en la influyente exposición de 1953 “Always the Young Stranger” en el Museum of Modern Art; también incluyó veinte imágenes en color de Leiter en la conferencia del MoMA de 1957 “Experimental Photography in Color”. A finales de la década de 1950, el director artístico Henry Wolf publicó el trabajo de moda en color de Leiter en Esquire y más tarde en Harper's Bazaar. Sin embargo, durante las siguientes cuatro décadas, el trabajo no comercial de Leiter permaneció prácticamente desconocido para el mundo del arte en general. Continuó trabajando como fotógrafo de moda durante la década de 1970, colaborando con publicaciones como Show, Elle, British Vogue, Queen y Nova.
En la actualidad, Leiter es considerado un pionero de la fotografía en color temprana y se lo considera una de las figuras más destacadas de la fotografía de posguerra. Después de varias exposiciones en la galería Howard Greenberg durante la década de 1990, la obra de Leiter experimentó un aumento de popularidad después de que Steidl publicara una monografía, Early Color, en 2006. A Early Color le siguieron una serie de monografías y exposiciones internacionales que destacaron la profundidad y el alcance de su trabajo en fotografía y pintura, comenzando con “In Living Color” (2006), su primera gran retrospectiva en el Museo de Arte de Milwaukee. Leiter fue objeto de varias exposiciones individuales a partir de entonces, incluidas la Fondation Henri Cartier-Bresson, París; el Museo Histórico Judío, Ámsterdam; el Musée de l'Elysée, Lausana; y Diechtorhallen, Hamburgo.
Entre sus monografías más recientes se incluyen Early Black and White (2014), Painted Nudes (2015), In My Room (2017), All about Saul Leiter (2017), Fashion Eye: Saul Leiter New York (2017). La obra de Leiter está incluida en las colecciones permanentes del Museo de Arte Moderno de Nueva York; la Galería Nacional de Arte de Washington, DC; el Museo Whitney de Arte Americano de Nueva York; el Museo de Bellas Artes de Houston; el Instituto de Arte de Chicago, Chicago; el Museo Stedelijk de Ámsterdam; el Museo de Bellas Artes de Houston; el Museo Victoria and Albert de Londres y muchas otras colecciones públicas y privadas. Leiter fue el protagonista de un documental premiado de Tomas Leach, titulado “In No Great Hurry: 13 Lessons in Life with Saul Leiter” (2012).
Saul Leiter continuó pintando y fotografiando hasta el final de su vida.
Bruce Davidson
En una carrera que abarca más de medio siglo, Bruce Davidson (nacido en 1933) es conocido por su dedicación a la documentación de la desigualdad social. Davidson asistió al Instituto Tecnológico de Rochester, así como a la Universidad de Yale, donde estudió con Josef Albers. Más tarde fue reclutado en el ejército y destinado cerca de París, donde conoció a Henri Cartier-Bresson, uno de los fundadores de la famosa agencia de fotografía cooperativa Magnum Photos.
Después de su servicio militar, Davidson trabajó como fotógrafo independiente para la revista Life y, en 1958, se convirtió en miembro de pleno derecho de Magnum. De 1958 a 1961, creó obras fundamentales como The Circus y Brooklyn Gang . En 1962, recibió una beca Guggenheim y se sumergió en la documentación del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos. En 1963, el Museo de Arte Moderno de Nueva York presentó su obra temprana en una exposición individual, la primera de varias.
En 1967, Davidson recibió la primera beca de fotografía del National Endowment for the Arts. Durante dos años, enfocó su lente en la abandonada y pobre cuadra de East 100th Street en Manhattan. Las fotografías se exhibieron en el MoMA en 1970 y siguen siendo uno de sus trabajos más aclamados. En 1980, exploró la vitalidad y la angustia del metro de la ciudad de Nueva York. De 1991 a 1995 fotografió el paisaje y las capas de vida en Central Park. Más recientemente, continuó esta exploración de la naturaleza en París y Los Ángeles, examinando cuidadosamente la relación entre la naturaleza y la vida urbana.
Davidson recibió una beca individual del Open Society Institute en 1998 para regresar a East 100th Street y documentar la revitalización y renovación que se produjo en los treinta años transcurridos desde la última vez que la fotografió. Entre sus premios se incluyen el Lucie Award for Outstanding Achievement in Documentary Photography en 2004, una Gold Medal Lifetime Achievement Award del National Arts Club en 2007, el Outstanding Contribution to Photography Award de Sony en 2011, un doctorado honorario en bellas artes de la Corcoran School of Art and Design en 2011 y un Infinity Award Life Time Achievement del International Center of Photography en 2018. Los trabajos clásicos de sus cincuenta años de carrera se han publicado extensamente en monografías y están incluidos en importantes colecciones de bellas artes públicas y privadas de todo el mundo, incluido el Museum of Modern Art y el International Center of Photography de Nueva York, y el Smithsonian American Art Museum en Washington, DC. Actualmente vive en la ciudad de Nueva York y continúa haciendo fotografías.
René Burri
René Burri nació en 1933 en Zurich, Suiza, donde fotografió a Winston Churchill a la edad de 13 años. A partir de 1950 se formó como fotógrafo en la Kunstgewerbeschule Zürich (hoy ZhdK, la Universidad de las Artes de Zürich), y de 1953 a 1955 trabajó como realizador de documentales y empezó a utilizar una Leica mientras hacía el servicio militar.
En 1955, Burri se convirtió en miembro nominado de Magnum y recibió atención internacional por uno de sus primeros reportajes, sobre niños sordomudos, Toque de música para sordos publicado en la revista Life. En 1956 viajó por Europa y Medio Oriente y luego se dirigió a América Latina, donde realizó una serie sobre los gauchos que fue publicada por la revista Du. en 1959. También para este periódico suizo fotografió a artistas como Pablo Picasso, Alberto Giacometti, Jean Tinguely, Yves Klein y Le Corbusier. Se convirtió en miembro de pleno derecho de Magnum en 1959.
El libro Die Deutschen fue publicado por Fretz & Wasmuth en Zúrich en 1962, y un año después por Robert Delpire en París con el título Les Allemands. En 1963, mientras trabajaba en Cuba, fotografió a Ernesto 'Che' Guevara durante una entrevista con la periodista estadounidense Laura Berquist para la revista Look. Su retrato del revolucionario con su cigarro recorrió el mundo. En 1965, Burri participó en la creación de Magnum Films y pasó seis meses en China donde realizó la película Las dos caras de China, producida por la BBC.
Burri ha cubierto acontecimientos históricos como la visita de Leonid Ilyich Brezhnev a Cuba en 1974, el 50 aniversario de la Gran Marcha en China en 1985, y la caída del Muro de Berlín y los acontecimientos en la Plaza de Tiananmen, ambos en 1989.
Burri recibió premios y reconocimientos, entre ellos Les Arts et Lettres en 1991, el Premio Dr. Erich Salomon de la Asociación Alemana de Fotografía en 1998, el Swiss Press Photo Life Achievement Award en 2011 y el Salón Leica de Premio de la Fama en 2013. En 2004-2005 se celebró una retrospectiva de su obra en la Maison Européenne de la Photographie (MEP) de París y recorrió muchos museos europeos y sudamericanos. Su última exposición, titulada Mouvement, también se celebró en el MEP en 2014 y presentó varias fotografías en color y trípticos.
En 2013 creó la Fundación René Burri, que conserva las obras completas del fotógrafo, ubicada en Photo Elysee en Lausana. Collages y dibujos también forman parte de su obra. En 2020 el museo celebró la retrospectiva Explosiones de vista.
A lo largo de su carrera, Burri publicó alrededor de 40 libros y trabajó para revistas como Life, Stern, Geo, Paris Match, Du y Mira.
Burri falleció a la edad de 81 años el 20 de octubre de 2014 en Zurich.
Roman Vishniac
Nacido en 1897 Roman Vishniac (Wischniak) nace en una próspera familia judía rusa en Pavlovsk, cerca de San Petersburgo, y se cría en Moscú, en 1904, en su séptimo cumpleaños, Vishniac recibe su primera cámara y microscopio. Entre 1904 y 1914, Vishniac estudió biología y zoología, y experimentó con lentes de cámara y aumentos, documentando sus resultados en película. Los bolcheviques toman el poder en la Revolución Rusa. en 1917, Entre 1917 y 1919, la familia de Vishniac emigra de Rusia a Alemania. Permanece en Moscú para realizar estudios de posgrado en biología y zoología en el Instituto Shanyavsky y se convierte en un ávido fotógrafo aficionado. En 1920 Vishniac y Luta Bagg, una judía letona, se casan en una ciudad fronteriza en el camino de Moscú a Riga. Emigran a Weimar Berlín. Década de 1920, Vishniac es miembro activo de varios clubes de fotografía de Berlín. Construye un laboratorio de procesamiento de fotografías totalmente equipado en su apartamento de Berlín en el distrito de Wilmersdorf, un barrio densamente poblado por judíos rusos adinerados. Continúa dedicándose a la investigación científica y la microscopía mientras se convierte en un consumado fotógrafo callejero. En 1922, el primer hijo de Luta y Roman Vishniac, Wolf, nace en una clínica de Berlín. 1926 la segunda hija de Luta y Roman, Mara, nace en la misma clínica de Berlín que su hermano Wolf.
En 1933 Adolf Hitler es nombrado Canciller de Alemania. Se abre el campo de concentración de Dachau . 1934-38: Vishniac toma fotografías de organizaciones comunitarias y de ayuda judías alemanas que operan bajo el régimen nazi en Berlín. En Alemania se instituyen las Leyes de Nuremberg y se imponen restricciones antisemitas generalizadas a los judíos alemanes. Los negocios judíos son boicoteados en Alemania, lo que inspira acciones antisemitas similares en toda Polonia.
California. 1935-38, Vishniac recibe el encargo de la sede europea del Comité Judío de Distribución Conjunta (JDC) en París, la organización de ayuda judía más grande del mundo, para fotografiar comunidades judías empobrecidas en toda Europa del Este.
1935-44
Los fotógrafos estadounidenses Walker Evans, Dorothea Lange, Ben Shahn y otros son contratados por Roy Stryker, director de la División de Información de la Administración de Seguridad Agrícola, para documentar la difícil situación de los aparceros pobres en el sur de la era de la Depresión.
En 1938 Alemania anexa Austria.
El JDC encarga a Vishniac que fotografíe a miles de refugiados judíos expulsados de Alemania en la ciudad fronteriza polaca de Zbaszyn. El JDC encarga a Vishniac fotografiar Werkdorp Wieringen, un campo de entrenamiento agrario en los Países Bajos donde jóvenes refugiados judíos alemanes aprenden habilidades agrícolas y vocacionales como preparación para la inmigración a Palestina y otros países.
En noviembre se producen ataques coordinados contra empresas, hogares y sinagogas judías en toda Alemania ( Kristallnacht ). Después de este incidente, aproximadamente 30.000 judíos son arrestados y enviados a campos de concentración.
Vishniac está en Berlín durante la Kristallnacht, pero un amigo de la policía le advierte que evite su apartamento y se esconda.
Las fotografías de Vishniac de las comunidades judías de Europa del Este se exhiben en las oficinas del JDC en Nueva York. Esta es la primera vez que su obra se exhibe en EE.UU. Vishniac filma imágenes en movimiento que representan la vida judía en la Rutenia de los Cárpatos para el JDC. Parte del material se envía al JDC de Nueva York; Otras imágenes, identificadas por Vishniac como "tomas descartadas", resurgen en París después de la guerra.
Alemania y la Unión Soviética firman el pacto mutuo de no agresión Molotov-Ribbentrop. Alemania invade Polonia el 1 de septiembre; dos días después, Gran Bretaña y Francia declaran la guerra a Alemania y comienza la Segunda Guerra Mundial. Se establece el primer gueto nazi en Polonia.
1939, Vishniac trabaja como fotógrafo independiente en Europa occidental, viaja brevemente a Londres y se establece en Francia, mientras que Luta permanece en Berlín y lucha por conseguir visas de inmigración y declaraciones juradas para su familia. Mara Vishniac es enviada a un lugar seguro en Suecia, donde más tarde se le une su hermano Wolf.
Vishniac viaja al sur de Francia, donde realiza una película promocional para el JDC que documenta una escuela de formación profesional ORT (Sociedad Judía para los Oficios y el Trabajo Agrícola) en Marsella. Esta es su última asignación en el JDC hasta su regreso a Europa en 1947.
En julio de 1940 se establece el régimen de Vichy en Francia.
En París, Vishniac confía sus negativos a su amigo Walter Bierer, quien promete transportarlos a Estados Unidos.
Vishniac es arrestado y encarcelado durante un mes en el campo de internamiento Camp du Ruchard en Francia.
Vishniac se reúne con Luta, Wolf y Mara en Lisboa. Se embarcan hacia Nueva York en el SS Siboney . La familia llega a Nueva York la víspera de Año Nuevo.
1941. Alemania invade la Unión Soviética . Japón ataca a la flota naval de Estados Unidos en Pearl Harbor. Alemania declara la guerra a Estados Unidos. Alemania comienza las deportaciones masivas de judíos a Polonia.
Los padres de Vishniac comienzan a vivir escondidos en el sur de Francia. La madre de Vishniac, Manya Wischniak, muere el 30 de julio de 1941.
Vishniac abre un estudio de retratos en el apartamento de su familia en el Upper West Side y trabaja para establecerse como fotógrafo científico. Durante la siguiente década, asume varias comisiones para organizaciones comunitarias, de servicio social y de ayuda judía en los EE. UU.
1942, La Conferencia de Wannsee se lleva a cabo para implementar y coordinar la Solución Final, un plan para aniquilar al pueblo judío. Alemania implementa una política de destrucción total de los judíos europeos.
Walter Bierer trae los negativos de Vishniac desde Francia a través de Cuba a Estados Unidos, donde son confiscados por la Aduana. Después de una larga lucha, los negativos se entregan a Vishniac, quien inmediatamente comienza a exhibirlos y publicarlos.
Una selección de fotografías de Europa del este de Vishniac se exhibe en Life Everywhere , una muestra en la New School for Social Research que se exhibirá del 19 de octubre al 1 de noviembre. A través de esta exposición y otras similares, Vishniac buscó crear conciencia sobre la difícil situación de los judíos europeos como la guerra estalló. En 1943, en la biblioteca del Teachers College de la Universidad de Columbia se lleva a cabo una exposición de fotografías de Vishniac, Children of Want and Fear: Europe Before the War . En enero de 1944, se lleva a cabo una importante exposición de fotografías de Vishniac, Imágenes de la vida judía en la Polonia de preguerra , en el Instituto YIVO de Investigación Judía de Nueva York.
En enero de 1945, YIVO organiza una segunda exposición vishniaca a gran escala, La vida judía en los Cárpatos .
Alemania se rinde el 7 de mayo de 1945. El campo de concentración de Auschwitz es liberado por las tropas soviéticas. Japón se rinde en septiembre y termina la Segunda Guerra Mundial.
1946, Vishniac se convierte en ciudadano estadounidense. Vishniac y Luta se divorcian.
1947, Vishniac regresa a Europa con una misión para el JDC, el United Jewish Appeal (UJA) y The Forward para documentar los campos de personas judías desplazadas. Mientras está allí, fotografía su antigua ciudad natal demolida, Berlín.
La primera monografía de Vishniac, Judíos polacos: un registro pictórico , se publica en Nueva York.
Vishniac se reencuentra con Edith Ernst, con quien se casa en Berlín. Regresan juntos a Nueva York y se instalan en el Upper West Side.
En 1948 Se establece el Estado de Israel .
1951, Se publica el artículo de la revista Life "Nuevas formas de ver los seres vivos" que describe el descubrimiento de la "colorización" de Vishniac. Incluye una selección de fotografías microscópicas de Vishniac. En 1955 Vishniac está incluido en la exposición y el catálogo fundamental de Edward Steichen, The Family of Man , en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, que se exhibirá del 24 de enero al 8 de mayo de 1955.
El perfil de Vishniac en dos números de Eugene Kinkead es publicado por el New Yorker en julio de 1955.
1966, Vishniac comienza una amistad duradera con Cornell Capa, quien luego establece el Centro Internacional de Fotografía (ICP).
1968, Estreno en mayo de un especial de NBC sobre el trabajo de Vishniac, "The Big Little World of Roman Vishniac".
1969, Las fotografías de Vishniac se utilizan para ilustrar Un día de placer: Historias de un niño que crece en Varsovia , de Isaac Bashevis Singer, ganadora del Premio Nacional del Libro para Niños de 1970.
1971, Se publica el libro de Vishniac sobre fotomicroscopía en color, Building Blocks of Life: Proteins, Vitamins and Hormones. El Fondo Internacional para la Fotografía Preocupada de Cornell Capa presenta la exposición Concerns of Roman Vishniac en el Museo Judío de Nueva York.
Wolf Vishniac, hijo de Roman Vishniac y destacado microbiólogo y profesor, muere en una expedición de investigación a la Antártida, en 1973.
1974, ICP publica una monografía sobre Vishniac, publicada por Grossman Publishers en Nueva York. El texto es una reimpresión del perfil neoyorquino en dos partes de Eugene Kinkead de 1955.
1983, Una gran selección de fotografías de Vishniac que documentan la vida judía en Europa del este se publica con gran éxito internacional en A Vanished World , que gana el Premio Nacional del Libro Judío.
Un Vishniac romano del mundo desaparecido ; con avance de Elie Wiesel
Nueva York: Farrar, Straus y Giroux, 1983, 179 páginas
Una exposición con el mismo nombre, organizada por ICP, recorre los Estados Unidos e internacionalmente durante 1988.
1990, Vishniac muere a la edad de noventa y dos años.
1991, Mara Vishniac Kohn se convierte en albacea del patrimonio de Vishniac. La Galería Howard Greenberg comienza su representación de veinte años del trabajo fotográfico de Vishniac.
To Give Them Light: The Legacy of Roman Vishniac , editado por Marion Wiesel, es una publicación de Simon & Schuster en Nueva York, en 1993
1999, La hija de Vishniac, Mara Vishniac Kohn, coedita la publicación Roman Vishniac: Children of a Vanished World, que presenta fotografías de niños de Europa del este de la década de 1930 de Vishniac. Una exposición relacionada de fotografías de niños de Vishniac recorre los EE. UU.
2005, El Berlín de Roman Vishniac se inaugura en el Museo Judío de Berlín, coincidiendo con la publicación del catálogo de una exposición .
Paz Errázuriz
Nacida en Santiago, Chile, en 1944, Paz Errázuriz comenzó su carrera en la década de 1970, fotografiando comunidades marginales bajo la dictadura militar de Augusto Pinochet. A través de sus retratos en blanco y negro, denunció el régimen autoritario (toques de queda, persecuciones, detenciones) y devolvió la visibilidad a personas que la sociedad no se atrevía a mirar. Su trabajo ha sido expuesto en Chile e internacionalmente destacando su exposición Réplicas y Sombras en la sala de Fundación Telefónica en Santiago 2004, en la Bienal de Venecia 2015 y la retrospectiva Adentro-Afuera en la Fundación Mapfre de Madrid 2015-2016, exhibida también en Arlés, Francia, en el Museo Amparo de Puebla, México y en el Museo Nacional de Bellas Artes, Chile en 2018.
Cofundadora de la Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI) en 1981, y colaboradora de la revista Apsi y de diversas agencias de prensa, ha recibido las becas Guggenheim (1986), Fundación Andes (1990), Fulbright (1992) y Fondart (1994, 2009 y 2018), ha recibido numerosos premios por su trabajo, entre ellos el Premio Ansel Adams en 1995, PHotoEspaña en 2015 y el Prix de la Photo Madame Figaro - Arles, con el apoyo de Kering y sus programa Mujeres en Movimiento en 2017, el Premio a la Trayectoria Artística del Círculo de Críticos de Arte de Chile en 2005 y el premio Altazor en 2005. En 2014 recibió el galardón Orden al Mérito Pablo Neruda y el Premio PhotoEspaña en 2015.
En 2017 recibe el Premio Nacional de Artes Plásticas.
Su obra expuesta tanto en Chile como a nivel internacional -en particular en la 56° Bienal de Venecia en 2015, en los Rencontres de la photographie en Arles en 2017 y en la Barbican Gallery, Londres en 2018- se puede encontrar en las colecciones de importantes instituciones internacionales, entre ellas la Tate Modern de Londres o el MoMA y el Guggenheim de Nueva York.
Paz Errázuriz actualmente vive y trabaja en Santiago, Chile. Está representada en Francia por la galerie mor charpentier.
Vivian Maier
Vivian Maier (1926 – 2009) fue una fotógrafa callejera estadounidense cuyo enorme y nunca visto trabajo salió a la luz cuando fue adquirido en una subasta en Chicago en 2007. Nacida en la ciudad de Nueva York, Maier pasó parte de su juventud en Francia y luego trabajó en Chicago como niñera y cuidadora durante la mayor parte de su vida. Sin embargo, en su tiempo libre, Maier se aventuró en el arte de la fotografía. Tomando fotografías de manera constante a lo largo de cinco décadas, finalmente dejaría tras de sí más de 100.000 negativos. Si bien sus fotografías han cautivado a espectadores de todo el mundo desde que salieron a la luz pública, todavía hay mucho que se desconoce sobre la enigmática mujer detrás del lente.
En algún momento de 1949, mientras todavía estaba en Francia, Maier comenzó a tomar sus primeras fotografías con una modesta Kodak Brownie, una cámara para aficionados con una sola velocidad de obturación, sin control de enfoque y sin dial de apertura. En 1951, regresó de Francia sola y compró una cámara Rolleiflex al año siguiente. En 1956, se mudó a los suburbios de North Shore de Chicago, donde una familia la contrató como niñera de sus tres hijos. Disfrutaba del lujo de un cuarto oscuro, así como de un baño privado, lo que le permitía procesar impresiones y revelar sus propios rollos de película en blanco y negro. Cuando los niños entraron en la edad adulta, Maier tuvo que buscar otro empleo, lo que la obligó a abandonar el revelado de su propia película. A partir de entonces, al mudarse de una familia a otra, sus rollos de trabajo sin revelar ni imprimir comenzaron a acumularse.
Fue en esa época cuando Maier decidió pasarse a la fotografía en color. Su temática pasó de la gente a los objetos encontrados, los periódicos y los grafitis. En los años 80, el estrés financiero y la falta de estabilidad volvieron a poner en pausa el revelado de Maier, y los rollos de color sin revelar empezaron a acumularse. En algún momento entre finales de los años 90 y los primeros años del nuevo milenio, Maier dejó la cámara y guardó sus pertenencias mientras intentaba mantenerse a flote. Pasó de la indigencia a un pequeño apartamento tipo estudio, en el que una familia para la que trabajaba le ayudó a pagar el alquiler. Con escasos medios, las fotografías almacenadas se convirtieron en recuerdos perdidos hasta 2007, cuando se vendieron por falta de pago del alquiler. En 2008, la salud de Maier empezó a deteriorarse tras caerse sobre un trozo de hielo, lo que la obligó a ingresar en una residencia de ancianos. Nunca se recuperó del todo y dejó atrás un inmenso archivo de trabajo cuando murió en 2009.
En 2007, varios compradores compraron el contenido del espacio de almacenamiento de Maier en una subasta, entre ellos John Maloof, que desde entonces se ha dedicado a establecer su legado. Aunque no pudo ponerse en contacto con Maier mientras ella vivía, Maloof compartió una selección de fotografías de Maier en línea en 2009 y despertó un interés "viral". Obligado a aprender más sobre la mujer detrás del lente, Maloof comenzó a investigar la vida y la obra de Maier, lo que culminó en el documental nominado al Oscar Finding Vivian Maier (2014). Desde el descubrimiento de su trabajo, las fotografías de Maier han sido objeto de varias publicaciones y se han exhibido en importantes instituciones de todo el mundo.
Karl Theodor Gremmler
Karl Theodor Gremmler llegó a la fotografía de forma autodidacta en 1932. De hecho, se había formado como vendedor de publicidad. Después de trabajar por cuenta propia como fotógrafo, publicó regularmente en revistas como Die Form, Gebrauchsgraphik, Nordsee Magazin y Atlantis. Gremmler se concentró principalmente en la fotografía industrial y publicitaria. En 1936 publicó su primer fotolibro, Tagewerk und Feierabend der schaffenden deutschen Frau. Al año siguiente, Gremmler realizó una exposición individual en el Oldenburgisches Landesmuseum y el Museum Folkwang de Essen. Luego fue nombrado miembro de la Gesellschaft Deutscher Lichtbildner (GDL). En 1939, la editorial de Hans A. Keune, especializada en la industria pesquera, publicó el libro ilustrado Männer am Netz. Este trabajo marcó el punto culminante de la carrera de Gremmler. En 1938 adquirió el estudio del fotógrafo comercial Hein Gorny, ubicado en la Kurfürstendamm de Berlín. Este estudio fue el hogar de Lotte Jacobi, quien se vio obligada a emigrar en 1935 debido a su origen judío. Cuando la emigración de Gorny no logró proteger a su esposa judía, Ruth Lessing, él y Gremmler formaron parte del estudio “Fotografie Gremmler-Gorny”. Taller de fotografía moderna”. En 1940, Gremmler fue llamado al servicio militar y entrenado como artillero de tanques. Al año siguiente, durante un transporte de tropas a Rusia, sufrió un accidente mortal cerca de Heydebreck, en la Alta Silesia (Kędzierzyn). Citado del Museo Städel
Mary Ellen Mark
Mary Ellen Mark (Filadelfia, 20 de marzo de 1940-Nueva York, 25 de mayo de 2015) fue una fotógrafa estadounidense conocida por sus trabajos de fotoperiodismo, fotografía documental, retrato y fotografía publicitaria. Fotografió a personas que se encontraban "fuera de la sociedad convencional, en sus márgenes, más interesantes y a menudo problemáticos", estudió pintura e historia del arte en la Universidad de Pensilvania, antes de completar una maestría en fotoperiodismo en la Escuela de Comunicación Annenberg . En 1963 empezó a centrarse en la fotografía narrativa socialmente crítica y se embarcó en proyectos por todo el mundo. Amplió los encargos a proyectos independientes durante muchos años y publicó las fotografías resultantes en revistas líderes como Life, People , Vogue , Rolling Stone , The New Yorker y Vanity Fair . Posteriormente, las fotografías se incluyeron en más de veinte monografías temáticas. Su obra recibió numerosos elogios, incluidos tres premios de periodismo Robert F. Kennedy, tres becas del National Endowment for the Arts, el premio Lifetime Achievement in Photography Award 2014 de George Eastman House y el premio Outstanding Contribution Photography de la World Photography Organisation.Mark impartió talleres y recibió muchas becas internacionales y premios prestigiosos por su trabajo.
Publicó 18 libros de fotografías y colaboró con diferentes diarios y revistas, entre ellas Life, Rolling Stone, The New Yorker, New York Times y Vanity Fair.3 Mark fue transparente con los temas que trataba en sus fotografías y su intención de usar lo que veía en el mundo para aplicarlo a su arte, según ella misma declaraba: "Creo que es importante ser directa y honesta con las personas acerca de por qué las estás fotografiando y qué estas haciendo. Después de todo, estás apropiándote de una parte de su alma".
En 1977 se unió a la Magnum Photos y la dejó en 198114 para unirse a Archive Pictures y luego abrir su propia agencia en 1988.5 Fue jurado en la convocatoria de fotografía para el acceso a The Center for Fine Art Photography e impartió talleres en el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York, en México y en el Center for Photography at Woodstock.
Fue coautora, productora asociada y fotógrafa de la película American Heart (1992), protagonizada por Jeff Bridges y Edward Furlong y dirigida por Martin Bell,sobre un exconvicto que lucha por encarrilar su vida.
Mark firmando una monografía en 2011
Mark murió el 25 de mayo de 2015 en Manhattan, a los 75 años, de síndrome mielodisplásico, una enfermedad de la sangre causada por insuficiencia de la médula ósea
Alen MacWeeney
Alen MacWeeney nació en Dublín en 1939. Es un fotógrafo de renombre internacional, actualmente radicado en Nueva York. Comenzó a trabajar en fotografía en su adolescencia, ganando varios premios por sus primeros trabajos. A los 16 años consiguió su primer trabajo como fotógrafo de prensa en The Irish Times . Trabajó durante un año antes de partir para dedicarse a su propio trabajo. Varios años más tarde, MacWeeney envió una carta a Richard Avedon pidiéndole ser su asistente. Avedon contrató a MacWeeney y lo llevó a trabajar en sus estudios de Nueva York y París, lo que le dio a MacWeeney la oportunidad de viajar a la temprana edad de 21 años.
MacWeeney pronto se impacientó con las limitaciones de la fotografía de estudio. Regresó a su casa en Dublín, cambió su cámara 120 por una nueva Leica de 35 mm y comenzó a probar sus habilidades en la fotografía callejera. Este período de la práctica de MacWeeney marcó el desarrollo de lo que se convirtió en su estilo característico. MacWeeney ha llevado este estilo de fotografía a lo largo de su carrera y hasta la actualidad, incluso utilizando 120 en la línea de su fotografía callejera, como se puede observar en sus trabajos de Yeats ('65) y Travelers ('65-'67). Las imágenes compuestas y crudas complementan a sus sujetos, lo que se hace evidente en obras que van desde sus fotografías de Pensilvania tomadas en el país Amish en 1962, hasta sus fotografías del metro de Nueva York de los años 80, donde su estilo está especialmente ejemplificado.
Alen MacWeeney todavía está activo, vive en la ciudad de Nueva York y Sag Harbor y viaja a Irlanda con frecuencia. Su colección fue adquirida recientemente por la University College Cork en Irlanda, donde será archivada y mantenida. Sus obras figuran en las colecciones permanentes de muchos museos destacados como el MoMA , el Museo de Arte de Filadelfia , el Instituto de Arte de Chicago y más, así como en colecciones privadas de instituciones como la Universidad de Columbia, el Boston College y otros lugares. La colección de MacWeeney continúa creciendo a medida que continúa imprimiendo en el cuarto oscuro de su estudio personal y fotografiando en medios analógicos y digitales.
David Seymour, (Chim)
Mejor conocido como CHIM, David Seymour nació como David Szymin el 20 de noviembre de 1911 en Varsovia, Polonia, en la familia de un destacado editor de libros hebreos y yiddish. En sus primeros años, CHIM se preparó para trabajar con su padre. Cuando era joven en la Sorbona de París, planeaba estudiar química y física, que aplicaría al trabajo de imprenta con su padre. Su interés por la ciencia influyó en su uso posterior de muchos formatos de cámara, desarrollando técnicas y avances en la emergente fotografía en color.
Mientras estuvo en la Sorbona, también trabajó en la agencia fotográfica polaca Rap. En 1933 comenzó a utilizar el nombre de prensa CHIM, una abreviatura de la versión francesa de su apellido. En 1934 se convirtió en fotógrafo de plantilla de la revista Regards , una publicación de noticias de izquierda iniciada en 1932 y destacada por su fotoperiodismo. De 1935 a 1936, trabajando para Regards , cubrió el Frente Popular, una coalición de organizaciones de izquierda en Francia. En 1936 viajó a España para documentar su Guerra Civil, al igual que sus amigos Robert Capa y Taro. CHIM se centró en cubrir los aspectos sociales y culturales, mientras Capa y Taro se concentraron en los combates. Cuando terminó la guerra en 1939, CHIM viajó a México en camino a establecerse en Estados Unidos. Para la revista francesa Paris Match cubrió el viaje de 1.000 refugiados republicanos derrotados, que permanecerían en México. CHIM cofundó Leco Photographic Services en la ciudad de Nueva York, que se convertiría en su base de operaciones.
CHIM se unió al esfuerzo de guerra como voluntario para servir en el ejército de los EE. UU., donde trabajó como camarógrafo de películas y más tarde como intérprete de fotografías aéreas y de combate. En 1942, se naturalizó como ciudadano estadounidense y fue dado de baja como segundo teniente en 1945. Sus padres permanecieron en Polonia durante la Segunda Guerra Mundial y fueron asesinados por los nazis.
En Nueva York, en 1947, CHIM y los prestigiosos fotógrafos Capa, Henri Cartier-Bresson y George Rodger cofundaron Magnum Photos, una de las primeras cooperativas fotográficas internacionales en la que los fotógrafos, no los editores, tomaban las decisiones finales sobre el uso de las imágenes. CHIM se desempeñó como presidente de Magnum en 1954.
CHIM regresó a Europa en 1947 como reportero de la revista This Week . En 1948, trabajando para el Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), CHIM documentó las dificultades de los niños refugiados en toda Europa occidental y partes de Europa del este. Al año siguiente, UNICEF publicó esas imágenes en el libro Los niños de Europa .
CHIM continuó su trabajo como fotoperiodista, produciendo imágenes de eventos noticiosos, así como de actores y otras celebridades de renombre internacional. El 10 de noviembre de 1956, mientras trabajaba para Newsweek para cubrir la crisis de Suez, CHIM fue a fotografiar un intercambio de prisioneros y fue trágicamente asesinado por un soldado egipcio cerca de Suez, Egipto. El mundo perdió a uno de sus fotoperiodistas más influyentes, quien no solo produjo algunas de las fotografías más humanas de su tiempo, sino que también avanzó en la tecnología y los medios para producir y distribuir fotografías.
Seydou Keïta
Las fotografías de Seydou Keïta retratan elocuentemente la sociedad de Bamako durante su era de transición de una colonia francesa cosmopolita a una capital independiente. Keïta, formado inicialmente como carpintero por su padre, comenzó su carrera como fotógrafo en 1935 gracias a un tío que le regaló su primera cámara, una Kodak Brownie Flash, que había adquirido durante un viaje a Senegal. Cuando era adolescente, Keïta dominó los desafíos técnicos del rodaje y la impresión; Más tarde compró una cámara de gran formato. El formato más grande no sólo ofrecía un grado excepcional de resolución, sino que también permitía a Keïta realizar impresiones por contacto de alta calidad sin la ayuda de una ampliadora. En 1948 abrió su propio estudio en Bamako y rápidamente construyó un negocio de éxito. Ya sea fotografiando personas solteras, familias o asociaciones profesionales,
Keïta equilibraba un estricto sentido de formalidad con un notable nivel de intimidad con sus súbditos. Como muchos fotógrafos profesionales, equipó su estudio con numerosos accesorios, desde telones de fondo y vestuario, hasta Vespas y coches de lujo. Renovaría estos accesorios cada pocos años, lo que luego le permitió establecer una cronología de su trabajo. Keïta comentó sobre su práctica en el estudio: “Es fácil tomar una fotografía, pero lo que realmente marcó la diferencia fue que siempre supe encontrar la posición correcta y nunca me equivoqué. Su cabeza ligeramente vuelta, una cara seria, la posición de las manos. . . Era capaz de hacer que alguien quedara realmente bien”.
Keïta hizo todo lo posible para resaltar la belleza de sus sujetos y los brillantes patrones de sus fondos resultaron ser un contraste particularmente efectivo. Trabajó de forma intuitiva, reinventando la fotografía de retrato a través de su búsqueda de una precisión extrema. En 1962, el recién instalado gobierno socialista nombró a Keïta su fotógrafa oficial; poco después cerró su estudio, aunque permaneció activo hasta su jubilación en 1977. Su archivo de más de 10.000 negativos fue saliendo a la luz gradualmente a principios de los años noventa; Desde entonces, Keïta ha alcanzado el reconocimiento internacional. Inventivo y muy moderno, su énfasis en los componentes esenciales de la fotografía de retrato (luz, sujeto, encuadre) sitúa firmemente a Keïta entre los maestros del género del siglo XX.
Bertrand Meunier
Desde finales de los años 1990, Bertrand Meunier ( Nevers, Francia en 1963), Autodidacta, compró su primera cámara en 1993 y realizó un “aprendizaje” durante varios años en el Sudeste Asiático y México.
Desde 1997, dibuja una imagen de la China contemporánea alejada de su imagen convencional, intentando mostrar la realidad detrás del milagro económico, la cara oculta del país, desarrolla series fotográficas que examinan, de forma frontal pero sensible, los territorios en los que se sumerge a largo plazo. Conocido por sus fotografías sobre los cambios sociales del mundo chino contemporáneo, luego se interesó por las megalópolis asiáticas (galardonada con el Leica
Oscar Barnack en 2001). Al mismo tiempo, llevó a cabo un largo trabajo sobre Pakistán y Afganistán en colaboración con la revista Newsweek. Más cerca de casa, narra la vida cotidiana en las prisiones francesas (Le Silence est un luxe) y la vida de su propia familia (L'homme éloigné y Refuge).
Miembro del colectivo Tendance Floue desde 2007, su enfoque documental se combina con acentos narrativos, servidos por la poesía de su uso exclusivo del blanco y negro. Asumiendo su cuota de subjetividad, su obra se construye en un permanente ir y venir entre el aquí y el otro lugar.
Las fotografías de Meunier están presentes en muchas colecciones públicas y privadas, incluida la Biblioteca Nacional de Francia, el CNAP, el Museo de Bellas Artes de Wuhan y la colección Neuflize OBC. La serie Erased ha recibido varios premios, incluido el Prix Nicéphore Niépce en 2007 y el Prix Leica Oskar-Barnack en 2001.
Francesca Woodman
Francesca Woodman nació en una familia de artistas en Denver, Colorado, en 1958. Comenzó a tomar fotografías a los trece años cuando su padre le regaló una cámara. La familia viajaba con frecuencia a Italia y sus padres compraron una casa de campo en las afueras de Florencia en 1968. Italia y su lengua, cultura e historia del arte fueron frecuentes fuentes de inspiración para Francesca Woodman. Después de asistir a algunos cursos de fotografía en la escuela secundaria, se mudó a Providence en 1975 para estudiar en la Escuela de Diseño de Rhode Island (RISD). Aaron Siskind fue uno de sus maestros. Mientras estaba en la universidad, vivió en un apartamento en una zona industrial donde se crearon muchas de sus fotografías de esa época. Después de graduarse, se mudó a Nueva York, donde fotografió tanto en blanco y negro como en color. Francesca Woodman se quitó la vida el 19 de enero de 1981. Una primera exposición individual viajó a los Estados Unidos en 1986 y sus primeras exposiciones europeas se remontan a los años 1990. Sus fotografías se encuentran en la colección de importantes museos internacionales como la Tate Modern de Londres y el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Francesca Woodman está representada por Marian Goodman Gallery (Nueva York, París, Londres).
Sally Mann
Para poder tomar fotografías, tengo que mirar, todo el tiempo, a las personas y los lugares que me importan. Y debo hacerlo con ardor y fría evaluación, con las pasiones de los ojos y del corazón, pero en ese corazón ardiente debe haber también una astilla de hielo.
—Sally Mann
Sally Mann es conocida por sus fotografías de temas íntimos y familiares que resultan a la vez sublimes e inquietantes. Sus proyectos exploran las complejidades de las relaciones familiares, las realidades sociales y el paso del tiempo, capturando tensiones entre la naturaleza, la historia y la memoria.
Nacido en Lexington, Virginia, Mann comenzó a estudiar fotografía a finales de la década de 1960, asistiendo a los Talleres Yosemite de la Galería Ansel Adams en el Parque Nacional Yosemite, California, y a la Escuela Putney y al Bennington College, ambos en Vermont. Obtuvo una licenciatura en Hollins College, Roanoke, Virginia, en 1974, y una maestría en escritura creativa al año siguiente. En un momento en que muchos otros fotógrafos estaban creando impresiones en color a gran escala, Mann miró hacia el pasado de la fotografía, investigando el potencial visual y metafórico del empleo de tecnologías del siglo XIX. Durante mucho tiempo ha utilizado una cámara de fuelle de 8 x 10 y ha explorado los procesos de platino, bromoil y colodión de placa húmeda para realizar impresiones.
Mann tuvo su primera exposición individual en un museo en la Galería de Arte Corcoran, Washington, DC, en 1977, presentando The Lewis Law Portfolio (1974–76) , una serie de fotografías en blanco y negro que comprenden algunas de sus primeras exploraciones en el belleza abstracta inherente a lo cotidiano. A principios de la década de 1980 publicó dos libros, Second Sight y At Twelve , este último un estudio de las jóvenes en la cúspide de la feminidad. Entre 1984 y 1994 trabajó en la serie Family Pictures , centrada en sus tres hijos, entonces todos menores de doce años. Estas obras abordan momentos cotidianos (jugar, dormir y comer), así como temas más amplios como la muerte y las percepciones culturales de la sexualidad y la maternidad. De 1999 a 2012, Mann fotografió el estudio cálidamente iluminado de Cy Twombly en Lexington, registrando los momentos que pasó allí con él, así como las huellas de su vida artística.
Desde finales de la década de 1990 hasta la década de 2000, Mann perfeccionó su relación con el sur de Estados Unidos, tomando fotografías en Alabama, Mississippi y Luisiana para su serie Deep South (2005), así como los campos de batalla de la Guerra Civil para Last Measure (2000). Su interés de larga data por los temas de la muerte, el tiempo y la decadencia también son evidentes en What Remains (Bullfinch Press, 2003), un estudio de cinco partes sobre la mortalidad que va desde fotografías del cuerpo en descomposición de su amado galgo hasta fotografías del sitio donde un fugitivo armado se suicidó en su propiedad. En 2003, Mann comenzó a documentar los efectos de la distrofia muscular en su marido, Larry. Estos retratos sinceros y francos, que más tarde se convertirían en la serie Proud Flesh (2009), recuerdan la escultura clásica al tiempo que capturan a un sujeto masculino en momentos de vulnerabilidad íntima.
El último proyecto a gran escala de Mann, A Thousand Crossings , explora más a fondo la compleja identidad cultural del sur de Estados Unidos, así como la relación de Mann con su lugar de origen, una región rica en tradiciones literarias y artísticas pero problemática por la historia. La exposición, en la que comenzó a trabajar en 2006, debutó en la Galería Nacional de Arte de Washington, DC en 2018 y desde entonces ha viajado extensamente por los Estados Unidos y el extranjero, en París.
Mann, becaria del Guggenheim y tres veces ganadora de la beca del Fondo Nacional de las Artes, fue nombrada “Mejor fotógrafa de Estados Unidos” por la revista Time en 2001. En 2021, recibió el Premio Pictet y fue incluida en el Salón de la Fama de la Fotografía Internacional. . Ha sido objeto de dos documentales: Blood Ties (1994), que fue nominado al Premio de la Academia, y What Remains (2006), que se estrenó en Sundance y fue nominado al Emmy al Mejor Documental en 2008. Hold Still de Mann: A Memoir with Photographs (Little, Brown, 2015) recibió elogios de la crítica universal; fue nombrado finalista de los Premios Nacionales del Libro de 2015 y en 2016 ganó la Medalla Andrew Carnegie a la Excelencia en No Ficción.
Else Madelon Hooykaas
Else Madelon Hooykaas (nacida en 1942), una fotógrafa, videoartista y cineasta aclamada internacionalmente , es una de las primeras generaciones de artistas que adoptaron el video como medio y es reconocida como una figura transformadora en el videoarte , que reformuló los límites del arte contemporáneo a través de su enfoque pionero. Hooykaas es ampliamente conocida por su colaboración con la artista escocesa Elsa Stansfield, como parte del dúo Hooykaas/Stansfield . Juntas, han producido una gran cantidad de entornos e instalaciones de video innovadores, exhibidos internacionalmente. Más allá de su trabajo colaborativo, Hooykaas se ha establecido como una artista solista visionaria , con un legado notable y en constante expansión en fotografía, cine, performance interactiva e instalaciones conceptuales.
Madelon Hooykaas, originaria de Róterdam, Países Bajos, comenzó sus estudios de fotografía con varios fotógrafos holandeses antes de mudarse a París en 1964. En 1966, recibió el Premio Europhot para trabajar en Inglaterra en su proyecto fotográfico Along the Pilgrim's Way to Canterbury , inspirado en Los cuentos de Canterbury . Después, Hooykaas trabajó en Bruselas y París, antes de establecerse como fotógrafa y cineasta independiente. En 1968, el Ministerio de las Artes de los Países Bajos le otorgó una beca de viaje como la primera fotógrafa holandesa en los Estados Unidos. Durante su estancia en Nueva York, trabajó junto a las leyendas de la fotografía Philip Halsman y Bert Stern , y también recibió lecciones de Garry Winogrand y Joel Meyerowitz . A su regreso a los Países Bajos, se unió a la asociación profesional de fotógrafos GKf y comenzó a escribir sobre los fotógrafos que admiraba para la influyente revista holandesa Foto , incluidos perfiles de figuras como Robert Doisneau y Jacques Henri Lartigue , así como varios fotógrafos japoneses. También ha viajado varias veces a Japón, donde entrevistó a fotógrafos al tiempo que profundizaba su interés por el budismo zen.
En su práctica, Madelon Hooykaas explora temas profundos de tiempo, espacio, memoria y abstracción , invitando al público a experiencias inmersivas y meditativas. Su práctica artística también está profundamente influenciada por su compromiso de toda la vida con el budismo zen , que abrazó después de un impactante encuentro con el filósofo Alan Watts en California. Esta influencia es evidente en sus instalaciones, donde integra a la perfección temas de naturaleza y espiritualidad .
Aunque el trabajo conceptual de Hooykaas en fotografía, performance y entornos de video se ha exhibido ampliamente, su trabajo fotográfico temprano permanece en gran parte inexplorado públicamente . Estas fotografías antiguas , impresas por la propia artista, ofrecen una oportunidad verdaderamente única de vislumbrar la génesis del viaje artístico de Madelon Hooykaas . Estas obras, que datan de 1959 , cuando tenía solo 17 años, son una documentación notable de la vida cotidiana holandesa durante los años 60 y 70. Capturan escenas del puerto de Rotterdam, un lugar visitado con frecuencia por la artista en su infancia y una fuente de gran inspiración para su fotografía, así como imágenes que representan Rotterdam devastada por la guerra después de la Segunda Guerra Mundial, la vida urbana en Ámsterdam y momentos cotidianos en la playa de Scheveningen .
El trabajo de Hooykaas forma parte de numerosos museos y colecciones privadas de prestigio, entre ellos el Stedelijk Museum de Ámsterdam , el Centro Médico de Ámsterdam, el Centraal Museum de Utrecht, el Museum Arnhem, el Museum Gouda, la Agencia de Patrimonio Cultural de los Países Bajos y el Bonnefanten Museum de Maastricht. A nivel internacional, su trabajo se ha exhibido y conservado en prestigiosas instituciones como la Tate Britain , la Photographers' Gallery , el Museum of Modern Art ( MoMA ), el Centre Pompidou de París, el Zentrum für Kunst und Medien (ZKM), el MuHKA Museum for Contemporary Art de Amberes, la Gallery of Modern Art de Glasgow ( GoMA ), así como en colecciones de Canadá, Suiza y Australia.
O. Winston Link
O. Winston Link, fotógrafo estadounidense pionero, es un fotógrafo comercial reconocido por sus imágenes de locomotoras de vapor. A diferencia de la fotografía callejera de la época de Link, que dependía de la luz natural disponible, Link empleó un método de disparo verdaderamente único. Su técnica empleaba una elaborada puesta en escena y flashes sincronizados a gran escala. Desarrolló nuevos equipos de iluminación, equipando 43 flashes para que se dispararan simultáneamente en su esfuerzo por capturar las locomotoras en acción por la noche. Además, Link utilizó una cámara de gran formato en lugar de la popular de 35 mm.
Link nació en 1914 en Brooklyn, Nueva York, y en su adolescencia desarrolló un interés temprano por la fotografía, las locomotoras y las vías férreas. Link se licenció en ingeniería civil en el Instituto Politécnico de Brooklyn en 1937 y, tras trabajar como fotógrafo en una empresa de relaciones públicas, comenzó su carrera fotográfica. Link trabajó durante más de 40 años como fotógrafo comercial, siendo su proyecto más famoso la serie del Ferrocarril Norfolk and Western, fruto de su deseo de documentar una parte de la historia de Estados Unidos que se desvanecía rápidamente. Link ansiaba fotografiar el fin de la máquina de vapor de forma que las imágenes fueran un homenaje perdurable a este período. Sus fotografías combinan nostalgia y virtuosismo técnico. Su trabajo fue apreciado por el grado de control, planificación y construcción de cada imagen.
Link ha publicado dos libros con su obra: Steam, Steel, and Stars (1987) y The Last Steam Railroad in America (1995). A partir de 1983, sus fotografías comenzaron a exhibirse en varios museos de Estados Unidos, Europa y Japón, y forman parte de numerosas colecciones de importantes museos de todo el mundo. Actualmente, el Museo O. Winston Link en Roanoke, Virginia, está dedicado a sus fotografías, archivos de audio y vídeos, que documentan los últimos días de las locomotoras de vapor del Ferrocarril Norfolk and Western. Murió el 30 de enero de 2001 en Katonah, Nueva York.
sobre fotografia…
SUSAN SONTAG
Es evidente que la fotografía está absolutamente presente en nuestros días, constantemente recurrimos a ella para mostrarnos, para recoger instantes. Susan Sontag, nuevamente, nos alumbra…”El museo de la memoria occidental es ahora principalmente visual.”
Susan Sontag publicó en 1977 con el nombre de On photography una serie de ensayos escritos entre 1971 y 1977 para la revista The New York Review of Books. El libro adquiere gran notoriedad y reconocimiento y prolonga la senda iniciada por Walter Benjamin y Roland Barthes, los dos grandes maestros de Sontag; dialoga con el tipo de análisis sociopolítico de Siegfried Kracauer, Umberto Eco y, especialmente, John Berger; y anticipa perspectivas posteriores, como las de Camille Paglia o, en otro sentido, Siri Hustvedt.
El texto no puede ser considerado académico, no lo es y tampoco riguroso pero si forma parte de esos libros que fueron decisivos en la formación de una manera de mirar el mundo durante el siglo XX; libros que se alejaban de los cenáculos académicos o especializados y que surgieron de poéticas personales, a veces desde enfoques inoportunos.
¿Pueden juzgarse las imágenes desde una perspectiva ética?
Ésta es una época nostálgica, y las fotografías promueven la nostalgia activamente. La fotografía es un arte elegíaco, un arte crepuscular. Casi todo lo que se fotografía, por ese mero hecho, está impregnado de patetismo. Algo feo o grotesco puede ser conmovedor porque la atención del fotógrafo lo ha dignificado. Algo bello puede ser objeto de sentimientos tristes porque ha envejecido o decaído o ya no existe. Todas las fotografías son “memento mori”. Hacer una fotografía es participar de la mortalidad, vulnerabilidad, mutabilidad de otra persona o cosa. Precisamente porque seccionan un momento y lo congelan, todas las fotografías atestiguan la despiadada disolución del tiempo.
La fotografía es, sobre todo, un rito social, una protección contra la ansiedad…
«todas las fotografías son momento mori… todas atestiguan el paso despiadado del tiempo.»
«Mediante la fotografía una familia construye una crónica de sí misma»
«considerarse atractivo es, precisamente, juzgar que uno saldría bien en una fotografía»
«El surrealismo está en la médula misma de la empresa fotográfica: en la creación de un duplicado del mundo, de una realidad de segundo grado, más estrecha pero más dramática que la percibida por la visión natural»
... el triunfo más perdurable de la fotografía ha sido «descubrir la belleza en lo humilde, lo inane, lo decrépito. En el peor de los casos, lo real tiene un pathos. Y ese pathos es la belleza.» … «y lo feo lo hace bello, y así lo espectaculariza! crea una confusión con lo real, exalta pero también enfría las emociones, porque da distancia«.
- Las fotografías, que almacenan el mundo, parecen incitar el almacenamiento. Se pegan en álbumes, se enmarcan y se ponen sobre meses, se clavan en paredes, se proyectan como diapositivas. Los diarios y revistas las destacan; los policías las catalogan; los museos las exhiben; las editoriales las compilan.
Una fotografía no es el mero resultado del encuentro entre un acontecimiento y un fotógrafo; hacer imágenes es un acontecimiento en sí mismo.
Otros autores en On photograpy, referencias
«Si pudiera contarlo con palabras, no me sería necesario cargar con una cámara.» Lewis Hine
«Fotografío lo que no deseo pintar y pinto lo que no puedo fotografiar». Man Ray
«Fui a Marsella. Una pequeña renta me permitía costearme los gastos, y trabajé con entusiasmo. Acababa de descubrir la Leica. Se transformó en la extensión de mis ojos y nunca me he separado de ella desde que la hallé. Merodeaba por las calles todo el día, tenso y preparado para brincar, resuelto a ‘atrapar’ la vida, a preservar la vida en el acto de vivir. Ante todo, ansiaba apresar en los confines de una sola fotografía toda la esencia de alguna situación que estuviera desarrollándose delante de mis ojos.» Henri Cartier Bresson
«Solo con esfuerzo se puede obligar a la cámara a mentir: básicamente es un medio honesto: de modo que el fotógrafo tiene muchas más probabilidades de acercarse a la naturaleza con espíritu inquisitivo, de comunión, que con esa petulancia impertinente de los «artistas» engreídos. Y la visión contemporánea, la vida nueva, se basa en una aproximación honesta a todos los problemas, morales o artísticos. Las fachadas falsas de los edificios, la falsa moral, los subterfugios y la charlatanería de toda clase, deben ser, serán erradicadas. » Edward Weston
«Procuro, en buena parte de mi obra, animar todas las cosas —aún los llamados objetos ‘inanimados’— con el espíritu del hombre. Gradualmente he llegado a comprender que esta última proyección extremadamente animista surge en última instancia de mi profundo temor y desazón ante la acelerada mecanización de la vida humana: y las consecuentes tentativas de borrar la individualidad en todas las esferas de la actividad humana, pues todo el proceso es una de las expresiones dominantes de nuestra sociedad militar industrial. […] El fotógrafo creativo libera el contenido humano de los objetos, e imparte humanidad al mundo inhumano que lo rodea.» Clarence John Laughlin
«Siempre prefiero trabajar en el estudio. Aísla a las personas de su entorno. En cierto modo, se transforman […] en símbolos de sí mismas. Con frecuencia tengo la sensación de que vienen a fotografiarse igual como si acudieran a un médico o un adivino: para descubrir cómo son. Así que dependen de mí. Tengo que comprometerlas. De lo contrario, la fotografía no tendría atractivos. La concentración tiene que surgir de mí e involucrarlas a ellas. A veces alcanza tal intensidad que ni se oyen los ruidos del estudio. El tiempo se detiene. Compartimos una intimidad breve e intensa. Pero es gratuita. No tiene pasado […] ni futuro. Y cuando la sesión ha terminado —cuando se ha fijado la imagen— no queda nada excepto la fotografía […] la fotografía y una especie de embarazo . Los clientes se van […] y no los conozco. Apenas he oído qué dijeron. Si una semana más tarde los encuentro en cualquier parte, creo que no me reconocerán. Porque es como si en verdad yo no hubiera estado allí. Al menos, la parte de mí que estaba […] está ahora en la fotografía. Y las fotografías tienen para mí una realidad que la gente no tiene. Es a través de la fotografía que las conozco. Quizá forma parte de la naturaleza del fotógrafo. En realidad, nunca estoy implicado. No necesito tener un conocimiento real. Todo es cuestión de meros reconocimientos.» Richard Avedon
«[…] ha surgido una nueva industria que contribuye no poco a confirmar la idiotez en su propia fe y a arruinar lo que podía quedar de divino en el genio francés. La turba idólatra postula un ideal digno de sí misma y acorde con su naturaleza, desde luego. En materia de pintura y escultura, el creo actual de la gente de mundo, sobre todo en Francia […] reza así. ‘Creo en la Naturaleza, y solamente en la Naturaleza (hay buenas razones para ello). Creo que el Arte es, y no puede ser más que, la reproducción exacta de la Naturaleza […] Así las cosas, una industria capaz de brindarnos un resultado idéntico a la Naturaleza tendrá que ser el arte absoluto’. Un Dios vengativo ha escuchado los ruegos del populacho. Daguerre fue su mesías. Y ahora el público se dice a sí mismo: ‘Puesto que la fotografía nos otorga todas las garantías de exactitud que puedan desearse (¡lo creen de veras, los insensatos!), entonces fotografía y Arte son la misma cosa’. Desde ese momento, nuestra sociedad inmunda se abalanzó como un Narciso a contemplar su imagen trivial en el metal […] Algún escritor democrático debió de haber visto en ello un método barato para difundir el odio por la historia y la pintura entre las gentes […].» Baudelaire
«La necesidad de acercar las cosas espacial y humanamente es casi una obsesión hoy en día, al igual que la tendencia a negar el carácter singular o efímero de un acontecimiento determinado mediante la reproducción fotográfica. Existe una compulsión cada vez más intensa a reproducir el objeto fotográficamente, en primer plano.» Walter Benjamin
«Si solo me motivara la curiosidad, costaría decirle a alguien: ‘Quiero ir a su casa para que me hable y me cuente la historia de su vida’. La gente diría: ‘Está chiflada’. Más aún, se pondría en guardia. Pero la cámara es una especie de licencia. Mucha gente quiere que se le preste tanta atención, y además es una clase de atención razonable». Diane Arbus
«La fotografía es la única ‘lengua’ comprendida en el mundo entero, y al acercar todas las naciones y culturas enlaza a la familia humana. Independiente de la influencia política —allí donde los pueblos son libres—, refleja con veracidad la vida y los acontecimientos, nos permite compartir las esperanzas y angustias de otros, e ilustra las condiciones políticas y sociales. Nos transformamos en testigos presenciales de la humanidad e inhumanidad del género humano.» Helmut Gernsheim (Creative Photography, 1962)
Walter Benjamin, Coleccionar fotografías
Coleccionar fotografías es coleccionar el mundo" afirma rotundamente Susan Sontag concibiendo la fotografía no tanto como un instrumento de la memoria sino como su invención o reemplazo. Reemplazar la memoria, inventar vidas, modificar el mundo, "renovar el viejo mundo" es el anhelo de todo coleccionista. Coleccionar, recordar, inventar un pasado, reconstruir nuestro mundo con fragmentos de otros. Escribir durante años a lápiz, en papeles minúsculos, difuminarse. Hacer todo eso y, sin embargo, no hacer nada, trabajar inútilmente, rehacer constantemente lo ya vivido por otros.
Coleccionar, liberar objetos, convertirse en un fisonomista de las cosas. Pasar 13 años recopilando citas, fragmentos, pasajes. Acumular textos más bien inútiles para construir una filosofía de la historia. Amontonar notas, referencias y comentarios, hacerlo en múltiples soportes, en papeles distintos, en todos los lugares. Hacer todo eso y no ser Robert Walser. Pasar el tiempo ocupado en las pequeñas cosas, en los detalles, en lo efímero. Perderse en los márgenes, en lo secundario, en lo periférico. Describirlo todo. Inventariar y no ser George Perec.
Recoger el pasado desordenadamente, sin sistema, tal y como sueña el fotógrafo, tal y como hace el coleccionista, mejor que el historiador. Vivir en los años treinta, usar libretas de tapa negra y anotar infatigablemente en forma de citas las "perlas" que ofrece la vida diaria y la lectura. Y a veces, tal y como nos contó Hannah Arendt, leerlas en voz alta y exhibirlas como "ejemplares de una colección selecta y preciosa". No aspirar a lo definitivo, buscar por el contrario la riqueza de lo coral. Preferir el discreto fragmento a la obra acabada. No hacer nada útil en suma. Ser un poeta al modo descrito por Baudelaire, catalogar y coleccionar "todo cuanto la gran ciudad desechó, todo cuanto perdió, todo cuanto desdeñó, todo cuanto pisoteó". Estar podrido de literatura, ser un cartógrafo de la Literatura. Estar herido por las letras y por las imágenes. Pensar entre imagenes. Ser un Borges o un Godard, construir sobre otros, empeñarse en un trabajo infinito, sin fin, sin utilidad. Y aún así, reafirmarse en voz alta y en primera persona. Recordarse y decirse a uno mismo que, precisamente "porque es un trabajo inútil, por eso mismo debo hacerlo. Estoy harto de perseguir utilidades; hace ya demasiado tiempo que vivo apartado de mi propia espiritualidad, acorralado por las urgencias del mundo, y sólo lo inútil, lo desinteresado, me puede dar la libertad imprescindible para reencontrarme con lo que honestamente pienso que es la esencia de la vida, su sentido final, su razón de ser primera y última". Decirse como se dijo el uruguayo Levrero y no ser Levrero. Perder el tiempo, perder países, perder teorías y no ser Vila-Matas. Abandonar Alemania, huir de París, morir inoportunamente en un pueblo de la frontera española.
"He escrito estas cosas inútiles, deficientes, en un estado de deficiente somnolencia" escribe Kafka en la entrada de su diario del 26 de febrero de 1912, después de un largo párrafo en el que se limita a describir lo que pasa por la calle, de pie en el portal, apoyado poco después para mirar con más tranquilidad. Apoyarse, dejarse llevar y mirar pasar y pasear a la gente, detenerse perezosamente en el paso lento de los carruajes y en el tiempo suspendido de los niños corriendo. Observar anhelosamente a las muchachas de vestidos ligeros, coleccionar instantes. Ser Kafka pero escribir con cadencia proustiana. Ser Kafka y consignar en su diario los minúsculos detalles de la vida cotidiana, escribir cosas inútiles, ser un Perec avant la lettre, narrar lo que pasa cuando no pasa nada. Ser un Kafka que nos recuerda a un Perec convertido a su vez en un Pierre Michon. Michon que solo escribe para hablarnos de vidas humildes, de vidas minúsculas, de sucesos infraordinarios, de personajes secundarios, olvidados, de personajes de fotografía. Michon, que pinta con palabras y hace poesía con imágenes. Michon, demiurgo que combina en la misma marmita realidad y deseo persiguiendo ese "viejo anhelo de los letraheridos por demostrar que la literatura no es otra cosa que el intento, más o menos afortunado, de pintar con palabras." Y de nuevo la imagen, coleccionar imágenes, coleccionar objetos, recoger palabras de otros, tomar frases prestadas, inventariar recuerdos. Ponerle trama a la vida. No hacer literatura. Solo reinventar la vida. Escribir para no decir nada, para rellenar muchas páginas y al final tener un libro vacío. Escribir para viajar y "viajar para conocer mi geografía". Escribir para comprender el mundo.
Buscar, encontrar, clasificar y agrupar. Ser Kafka, ser Perec, ser Michon, ser Vila-Matas. Ser como Perec, recordar su infancia y dejar escrito aquello de "no escribo para decir que no diré nada, no escribo para decir que no tengo nada que decir. Escribo porque hemos vivido juntos, porque he sido uno entre ellos, una sombra en medio de sus sombras, un cuerpo cerca de sus cuerpos; escribo porque ellos han dejado en mí su marca indeleble y que la huella es la escritura: su recuerdo muere en la escritura; la escritura es el recuerdo de su muerte y la afirmación de mi vida". Ser Perec y recordar a sus padres. Al padre que murió en 1940 durante la Segunda Guerra Mundial y que apenas conoció, y a su madre, judía, perseguida por los Nazis y muerta en Auschwitz en 1943, cuando Perec tenía apenas 9 años. Ser judío en los años 40. Ser judío y huir y morir en una sencilla pensión en 1940 pero no ser el padre de Perec. Dejar, al morir, una cartera de viaje con un reloj de bolsillo de oro, una pipa con boquilla de ámbar, unas lentes con montura de níquel, cartas, periódicos, algo de dinero, un pasaporte y seis fotografías. Morir así, misteriosamente y no ser Raymond Roussel.
Coleccionar fotografías para recordar a otros y rescatarles del olvido, del vacío. Afirmar, como Perec, que "los recuerdos son trozos de vida arrancados al vacío. Sin amarras. Sin nada que los fondee, sin nada que los fije. Casi nada los ratifica. Sin más cronología que la que yo, con el paso del tiempo, he reconstruido arbitrariamente" y "querer explicarse lo que sucede en aquellos instantes en los que no sucede nada, penetrar en el silencio -y en la quietud, la oscuridad y la ausencia, el pensamiento mismo-, aunque se intente sólo de una forma parcial y subjetiva, es una aspiración tan fuera de lugar que condena al naufragio a los más entusiastas".
Coleccionar fotografías para amarrar trozos de vida, para hacer hablar al silencioso espacio, para penetrar en la oscuridad, la quietud y la ausencia, y hacerlo porque es "absurdo que permanezca el espacio y el tiempo se borre para los vivos", y hacerlo por estar convencido de que "en realidad es el espacio el depositario del tiempo, solo que es silencioso y no cuenta nada".
Coleccionar fotografías y mirarlas obsesivamente, impulsivamente, sin poder parar, fijamente. Detenerse en los rostros tan vivos entonces y ahora muertos, olvidados la mayoría, silenciosos todos. No poder dejar de mirar sus ojos, sus sonrisas, sus gestos, sus posturas, ni esas ropas cuidadosamente elegidas para la ocasión y ya olvidadas, desaparecidas. Detenerse para comprender qué pasó. Qué fue de esos fragmentos de vida, a dónde fueron a parar esos instantes de ilusión, de futuro, de duda, de miedo o de tristeza. Rescatarlas y mirarlas y asustarse y sobrecogerse y desconfiar entonces de los grandes proyectos y de los planes minuciosos y limitar las aspiraciones a la esfera cotidiana, y no preocuparse de saber qué hacer o comer al día siguiente. Preocuparse solo de "las cosas pequeñas, de lo cotidiano, cuyo movimiento refleja la imagen del mundo". Reunir fragmentos, recopilar pasajes, acumular citas, tener 48 años, morir el 26 de septiembre de 1940, hacerlo en la frontera española, en una pensión de Portbou. Ser Walter Benjamin.
"Toda pasión colinda con lo caótico, pero la pasión del coleccionista colinda con un caos de recuerdos."
Walter Benjamin. Desembalo mi biblioteca.
DESEMBALO MI BIBLIOTECA. EL ARTE DE COLECCIONAR
Estoy desembalando mi biblioteca. Así es. Todavía no se encuentra en los estantes, todavía no exhala, el silencioso tedio del orden. Tampoco puedo recorrer sus estantes y, acompañado de algún oyente amigo, inspeccionarlos cuidadosamente. A ustedes nada de esto tiene que preocuparles. En cambio, voy a pedirles que juntos nos traslademos al desorden de cajones de madera recién abiertos, al ambiente saturado de polvo, al suelo cubierto de papeles rotos, entre pilas de libros que vuelven a ver la luz después de dos años de oscuridad, y así poder compartirles algo del estado de ánimo —nada elegiaco, más bien curioso— que estos libros despiertan en un verdadero coleccionista. Pues les está hablando un verdadero coleccionista, y, al fin y al cabo, no lo hace más que de sí mismo. ¿No sería presuntuoso de mi parte insistir, con supuesta objetividad y pragmatismo, en enumerar las secciones y los tesoros bibliográficos de una biblioteca, en narrarles su historia, o incluso enumerar los beneficios que ofrecen a los escritores? En lo que a mí concierne, en las siguientes líneas me he propuesto algo más evidente, más palpable. Lo que me interesa es mostrarles la relación de un coleccionista con sus posesiones: el hecho de coleccionar más que la colección misma. Que lo haga por medio de una reflexión sobre las distintas maneras de adquirir libros es totalmente indiferente. Esta o aquella forma de ordenar una experiencia solo sirve como contención contra la creciente marea de recuerdos que se precipitan sobre cualquier coleccionista que contemple su colección. Toda pasión linda con el caos, pero la de un coleccionista linda con el caos del recuerdo. Más que eso: en el habitual desorden de estos libros también están patentes el azar, el destino, y tiñen mi mirada de los colores del pasado. Pues ¿qué es una colección sino un desorden tan familiar que llega a adquirir la apariencia de orden? Seguro han oído hablar de personas que enfermaron al perder sus libros, de otras que cometieron crímenes para conseguirlos. Para el coleccionista, cualquier forma de orden no es más que un estado de precario balance. “El único conocimiento exacto que tenemos”, afirmó Anatole France, “es el conocimiento sobre la fecha de publicación y el formato de los libros”. En efecto, si existe algo opuesto al desorden de una biblioteca, es el orden de su catálogo.
Es por eso que la existencia de un coleccionista oscila dialécticamente entre los polos del desorden y el orden.
Naturalmente, su existencia está atada a muchas otras cosas: a una relación bastante enigmática con la posesión, algo sobre lo que más adelante discutiremos; también a una relación con los objetos que no privilegia su finalidad, es decir, su valor pragmático, su utilidad, sino que los considera y valora como el escenario, el teatro de su destino. La más profunda exaltación de un coleccionista se da al incluir un objeto particular en su círculo mágico y ahí quede fijo, mientras que el último estremecimiento —el estremecimiento de la adquisición— pasa sobre ellos. Todo lo recordado, lo pensado, todo lo consciente pasa a ser el pedestal, el marco, la base, el cerrojo de su colección. Para un verdadero coleccionista todos los antecedentes y características de cada una de sus adquisiciones —el periodo, la región, la manufactura, el antiguo propietario— convergen en una enciclopedia mágica, esencia de su destino. Desde el acotado campo del coleccionismo, entonces, se puede conjeturar cómo los grandes fisonomistas —y los coleccionistas son fisonomistas del mundo de los objetos— llegaron a convertirse en intérpretes del destino. Basta con observar a un coleccionista manipular los objetos en su vitrina. Apenas los tiene en sus manos, como inspirado por su presencia, parece mirar a través de ellos su pasado remoto. Mucho más podría decir sobre el aspecto mágico del coleccionista, sobre su imagen de viejo sabio.
Habent sua fata libelli: estas palabras tal vez fueron dichas sobre los libros en general. Algunos como La divina comedia, la Ética de Spinoza, El origen de las especies tienen sus destinos. El coleccionista, no obstante, interpreta este proverbio latino de otro modo. Para él no solo los libros tienen un destino sino también, cada ejemplar de su edición. En este sentido, el destino más trascendente para un ejemplar es el encuentro con el coleccionista, con su colección. No exagero cuando afirmo que para un verdadero coleccionista la adquisición de un libro antiguo es un renacimiento. Así como el niño se mezcla con lo viejo. Pues son los niños quienes disponen sin complejos de cientos de actividades que renuevan la existencia. Coleccionar es para ellos solo uno de los tantos procesos de transformación, como los son pintar, cortar, pegar y despegar —el conjunto de posibilidades entre tocar y dar nombres que los niños tienen a su disposición para apropiarse de algo—. Renovar el viejo mundo —ese es el impulso más profundo del coleccionista cuando desea adquirir algo nuevo, y es por eso que el coleccionista de libros antiguos está más cerca de la esencia del coleccionismo que quien busca nuevas ediciones para bibliófilos—. A continuación diré unas cuantas palabras sobre cómo un libro se vuelve parte de una colección, de qué modo se convierte en propiedad de un coleccionista, en resumen, sobre la historia de su adquisición.
De todas las formas de procurarse libros, escribirlos uno mismo es considerada la más meritoria. Más de uno recordará aquí con agrado la gran biblioteca en la que Wuz, el pobre maestro de escuela de Jean Paul, con el tiempo llegó a reunir todas las obras, cuyos títulos le interesaban en los catálogos de ferias, escribiéndolos él mismo, ya que no los podía comprar. Los escritores son, de hecho, personas que escriben libros no para ganarse la vida, sino por la insatisfacción que causan los libros que podrían comprar pero no les interesan. Ustedes, damas y caballeros, considerarán que es una caprichosa definición de escritor; pero todo lo que se diga desde la perspectiva de un coleccionista es caprichoso. De entre los habituales modos de adquisición el más conveniente para un coleccionista sería el préstamo sin necesidad de devolución. Quien toma libros prestados a lo grande, el tipo de deudor que estamos contemplando aquí, demuestra ser un coleccionista de nacimiento, no solo por el fervor con que cuida sus prestados tesoros y hace oídos sordos a todas las amonestaciones por parte de nuestro ya cotidiano estado de derecho, sino también porque no lee esos libros. Si mi experiencia les sirve como evidencia, es más probable que eventualmente devuelva un libro prestado a que lo lea. ¿Y no leer los libros —se preguntarán ustedes— es una característica de los coleccionistas de libros? ¡Eso sí que es una novedad! No lo es. Expertos podrán confirmarles que es una práctica antiquísima y basta aquí con mencionar la respuesta que Anatole France, otra vez, tenía preparada para la persona superficial que contemplara su biblioteca para terminar con la obligada pregunta:
—¿Y usted ha leído todo esto, señor France?
—Ni una décima parte. ¿Acaso come usted todos los días en su vajilla de Sèvres?
Por lo demás, yo mismo puse a prueba el sentido de tal postura. Durante muchos años, al menos durante el primer tercio de su existencia, mi biblioteca se limitó a dos o tres estantes que apenas aumentaba unos centímetros por año. Esa fue su época marcial, pues ningún libro podía ingresar en ella sin que yo lo haya leído. Y así nunca hubiera llegado a tener una colección de libros digna de ser llamada biblioteca, si no hubiera sido por la inflación, que repentinamente puso énfasis en los objetos, y convirtió a los libros en objetos valiosos, o por lo menos de difícil adquisición. Así en Suiza. Y de hecho, a último momento, hice en ese país mis primeros grandes encargos de libros y pude atesorar libros irremplazables como el Blaue Reiter o Sage von Tanaquil de Bachofens, que en esa época todavía se podían conseguir en sus editoriales. A estas alturas, ustedes pensarán que tras tantas idas y vueltas deberíamos haber llegado a la concreta práctica de adquisición de libros: la de la compra. Ciertamente es una práctica concreta, pero nada apacible. La compra realizada por un coleccionista de libros en una librería tiene poco en común con la que realiza un estudiante de un manual de estudios, la de un hombre educado en búsqueda de un regalo para su mujer, la de un empresario que intenta matar el tiempo en su próximo viaje en tranvía. Mis más memorables compras las he efectuado en viajes, casi de pasada. Atesorar bienes y posesiones es el resultado de un pensamiento táctico. Los coleccionistas son personas con instinto táctico; su experiencia les dice que cuando van a una ciudad en búsqueda de libros, los anticuarios más pequeños pueden ser fortalezas a conquistar, la librería más alejada puntos estratégicos. ¡Cuántas ciudades he explorado en las campañas que emprendí en búsqueda de libros!
Por cierto, de entre las compras más importantes solo una parte se efectúa visitando a un comerciante. Los catálogos ocupan un lugar mucho más importante. Incluso si el comprador conoce bien el libro que está pidiendo del catálogo, el ejemplar individual siempre acarrea una sorpresa y el encargo siempre tiene algo de azaroso. Hay amargas decepciones, pero también descubrimientos felices. Recuerdo que en una ocasión encargué un libro ilustrado para mi vieja colección de libros infantiles, solo porque contenía cuentos de Albert Ludwig Grimm y se había publicado en Grimma, Turingia. En Grimma también se había publicado un libro de fábulas que el mismo Albert Ludwig Grimm había editado. Y este libro de fábulas era parte del libro ilustrado que yo había encargado, que, con sus dieciséis ilustraciones, representaba el único testimonio de los inicios del gran ilustrador alemán Lyser, que vivió en Hamburgo hacia mediados del siglo pasado. Pues bien, mi reacción a la consonancia de los nombres había sido exitosa. En esa ocasión también descubrí trabajos de Lyser, y una obra en especial —Linas Märchenbuch— desconocida hasta entonces por todos sus biógrafos, que merece mucha más atención que esta simple, y primera, mención.
De ninguna manera adquirir libros es solo un asunto de dinero o de conocimiento. Ni siquiera los dos juntos son suficientes para poder armar una verdadera biblioteca, que siempre tiene algo impenetrable e inconfundible a la vez. Quien compra sus libros por catálogo, además de dinero y conocimiento, necesita un fino olfato para el detalle. Fechas, lugares de publicación, formatos, propietarios anteriores, encuadernación, etc.; todo esto tiene que decirle algo al coleccionista, pero no como árida información por sí misma, sino como una armonía, y que a partir de su consonancia y fuerza le permita reconocer si tal libro le conviene o no. En cambio, son cualidades muy distintas las que una subasta exige de un coleccionista. Para quien compra por catálogo, únicamente el libro debe interesarle, y, a lo sumo, su anterior propietario en el caso de que se conozca la procedencia del ejemplar. Quien quiera ofertar en una subasta tiene que prestarle tanta atención al libro como a sus competidores, además de mantener la cabeza lo bastante fría para no dejarse llevar por la euforia de la puja —como suele ocurrir— y finalmente, tener que pagar un precio de compra demasiado alto por seguir subiendo su oferta; y todo esto más para reafirmarse a sí mismo que por adquirir el libro. En cambio, uno de los recuerdos más bellos de un coleccionista se da en el momento que rescata un libro, en el que tal vez nunca había pensado, menos aún querido tener, porque lo vio tan expuesto y abandonado en la intemperie de algún mercado y lo compró, así como en Las mil y una noches, el príncipe compró una hermosa esclava para darle su libertad. Para el coleccionista la verdadera libertad de todos los libros se encuentra, a saber, en algún lugar de sus estanterías.
Hasta la fecha, Peau de chagrin de Balzac destaca entre largas hileras de obras francesas como recuerdo de mi experiencia más emocionante en una subasta. Sucedió en 1915 en la subasta Rümann organizada por Emil Hirsch, uno de los más grandes conocedores del libro y, a la vez, su más distinguido comerciante. La edición en cuestión es de 1838 y se publicó en París, Place de la Bourse. Ahora mismo, al ojear mi ejemplar, no solo veo su número de catalogación en la colección de Rümann, sino también la etiqueta de la librería en la que, hace más de noventa años, su primer comprador pagó un precio ochenta veces inferior al actual. Papeterie I. Flanneau se lee en la etiqueta. Debió de ser una época hermosa, en la que todavía era posible comparar tal edición de lujo —los grabados de este libro fueron diseñados por el más destacado dibujante francés y llevados a cabo en metal por uno de los más conocidos grabadores— en una papelería. Pero yo quería contarles la historia de la adquisición de este ejemplar. Había ido a ver a Emil Hirsch para revisar los libros antes de la subasta, y por mis manos pasaron cuarenta o cincuenta ejemplares, pero ese ejemplar en particular había inspirado en mí el ardiente deseo de poseerlo para siempre. Llegó el día del evento. La casualidad quiso que la subasta de Peau de chagrin estuviera precedida por una edición individual de sus ilustraciones en papel seda. Los interesados estaban sentados en una larga mesa; diagonal a mí se encontraba el hombre que en la subasta de las ilustraciones acapararía todas las miradas: el famoso coleccionista muniqués, el Barón von Simolin. Estaba muy interesado en conseguir aquella serie, y tenía varios competidores que se la disputaban; no tardó en entablarse una fuerte puja que terminó en la oferta más alta de la noche: superaba ampliamente los 3000 Reichsmark. Nadie parecía haber esperado una suma tan elevada, y una especie de agitación se produjo entre los presentes. Emil Hirsch no le prestó atención y, ya sea para ganar tiempo o por alguna otra razón, en medio de la distracción general, pasó al siguiente objeto. Anunció la oferta mínima inicial. Con el corazón en la garganta y consciente de no poder competir con ninguno de los coleccionistas presentes, hice una oferta ligeramente superior. Sin llamar la atención del resto de los presentes, el rematador llevó a cabo las formalidades habituales, “alguien ofrece más” y los tres golpes con el martillo —me pareció como si una eternidad separara cada golpe—, y me la adjudicó. Yo todavía era estudiante y, de todos modos, la suma fue para mí bastante elevada. Lo que sucedió la mañana siguiente en la casa de empeño ya no es parte de esta experiencia, y preferiría hablar de otro incidente que ejemplifica el lado negativo de una subasta. Sucedió el año pasado durante un remate en Berlín. Se ofrecía un conjunto de libros de todo tipo de calidad y temática, entre los cuales destacaban algunas inusuales obras de ocultismo y Filosofía de la naturaleza. Noté que cada vez que hacía una oferta por algún libro, un caballero sentado en las primeras filas parecía estar esperándola para, no importara el valor, hacer la suya. Después de que esta situación se repitiera varias veces, abandoné toda esperanza de poder adquirir los libros que aquel día más me interesaban. Se trataba de Fragmente aus dem Nachlasse eines jungen Physikers [Fragmentos póstumos de un joven físico], una obra publicada en dos tomos por Johann Wilhelm Ritter en 1810 y editada en Heidelberg. Esta no se ha vuelto a imprimir, y siempre he considerado a su prólogo, en el cual su editor, que en realidad es el autor, narra en forma de un obituario la vida de un difunto y anónimo amigo, supuesto autor del libro, quien en realidad es el mismo autor, como el ejemplo más importante de la prosa biográfica del romanticismo alemán. En el momento en que se anunció la subasta del libro, tuve una iluminación bastante sencilla: visto que mi oferta inevitablemente hacía que aquel caballero ofreciera más por el libro, tenía que abstenerme de ofertar. Me contuve y permanecí callado. Pasó lo que esperaba que pasara: nadie mostró interés, nadie pujó, el libro fue retirado de la subasta. Me pareció sensato dejar pasar algunos días más. Volví al cabo de una semana y, en efecto, encontré el libro entre el surtido de libros usados; la falta de interés que le mostré terminó beneficiándome en su adquisición.
Cuántos recuerdos afloran apenas uno se acerca a la montaña de cajas para sacar los libros a la luz del día —o, mejor dicho, de la noche—. Nada puede ejemplificar con mayor precisión la fascinación por desempacar libros y lo difícil que es dejar de hacerlo. A mediodía había comenzado, y a media noche aún no había llegado a las últimas cajas. En aquel momento cayeron en mis manos dos ejemplares encuadernados en cartón que en teoría no pertenecen a una caja de libros: dos álbumes que estaban llenos de cromos que mi madre había coleccionado en su infancia y que yo había heredado. Fueron las semillas que dieron origen a una colección de libros infantiles que aún hoy sigue creciendo, aunque ya no lo haga en mi jardín. No existe una biblioteca que se considere viva que no albergue en sí algunas creaciones librescas provenientes de zonas fronterizas. No necesitan ser álbumes de cromos o souvenires, libros de firmas o volúmenes con panfletos o textos religiosos; algunas personas se inclinan por los volantes y folletos, otras por los facsímiles de manuscritos o copias mecanográficas de libros inaccesibles; y por supuesto, las revistas también pueden conformar los variados límites de una biblioteca. Pero volviendo a aquellos álbumes de mi madre: la herencia es la manera más adecuada de acceder a una colección. La actitud del coleccionista hacia sus posesiones proviene del sentimiento de responsabilidad que les otorga. Se trata, en el mejor sentido de la palabra, de la actitud de un heredero. Por eso el carácter hereditario de una colección será su característica más ilustre. Deben saber que al hacer esta afirmación estoy completamente consciente de que la discusión sobre el imaginario del coleccionismo afirmará a muchos de ustedes en su convicción de que se trata de una pasión anacrónica, en su desconfianza en los coleccionistas. Nada es más ajeno a mis intenciones que cambiar sus convicciones ni su desconfianza. Pero una cosa sí hay que remarcar: el acto de coleccionar pierde su sentido cuando pierde al coleccionista. Aunque las colecciones públicas son socialmente menos objetables y académicamente más útiles que las colecciones privadas, solo en las últimas los objetos son tratados como se lo merecen. Por cierto, sé que el ocaso del coleccionismo al que aquí me refiero y he descrito un poco ex officio para ustedes está por sobrevenir. Pero como afirma Hegel: la lechuza de Minerva solo levanta su vuelo en la oscuridad. Solo en el proceso de su extinción se comprenderá al coleccionista.
Pues bien, ante la última caja media vacía ya pasó la media noche. Pensamientos distintos de los que he disertado hasta ahora me sobrevienen. Ningún pensamiento; imágenes, recuerdos. Recuerdos de las ciudades en las que he encontrado tanto: Riga, Nápoles, Múnich, Danzig, Moscú, Florencia, Basilea, París; recuerdos de los magníficos salones Rosenthal en Múnich, del Stockturm de Danzig, donde vivía el ya difunto Han Rhaue, de los húmedos sótanos llenos de libros de Süssengut, en Berlín norte; recuerdos de los cuartos en donde estos libros han estado, mi habitación de estudiante en Múnich, mi cuarto en Berna, de la soledad de Iselwald cerca del lago Brienzer y, por último, de mi habitación infantil, de la que provienen cuatro o cinco de los más de mil ejemplares que comienzan a apilarse a mi alrededor. ¡La felicidad del coleccionista, la felicidad de la vida privada! De nadie se ha esperado menos y nadie se ha sentido más a gusto en esta situación que la persona capaz de continuar su desacreditada existencia con la máscara del comelibros de Spitzweg. Pues en él habitan espíritus, por lo menos pequeños espíritus, que han conseguido que para un coleccionista —me refiero al verdadero, al coleccionista como debe de ser— la posesión sea la relación más íntima que se pueda tener con los objetos. No se trata de que los objetos cobren vida en él, más bien es él quien vive en ellos. Es así como he edificado ante ustedes una de sus moradas, cuyos ladrillos son los libros, y ahora se perderá en ella, como debe ser.
Roland Barthes, La cámara lúcida
“La chamber claire. Note sur la photographie" de Roland Barthes fue publicado en Cahiers du Cinéma en 1980. En el libro desarrolla Barthes su idea de la fotografía como huella de la realidad. El tema principal de La cámara lúcida es la muerte y la búsqueda de la esencia de la fotografía a través de lo que sería su noema: lo que está en ella ha sido necesariamente, dice finalmente Barthes.
Barthes distingue dos elementos en toda fotografía: El Studium; tiene que ver con la cultura, el gusto y el punctum; muy a menudo es un detalle con fuerza expansiva, innombrable. Es un campo ciego, un suplemento: es lo que añade a la fotografía y sin embargo está en ella. Es un punto de fuga al infinito. La foto que él llama unaria (trivial) no tiene punctum. Entre el Studium y el punctum no hay regla de enlace sino una copresencia.
Tres cuestiones de interés: Todas las fotografías del mundo forman un laberinto, el advenimiento de la foto es lo que divide a la historia del hombre y la fotografía provoca confusión entre lo real y lo viviente.
Sobre la representación, Barthes considera que el poder de autentificación prima sobre el de representación. La sociedad se empeña, dice, en hacer sentar la cabeza a la fotografía:
-Haciendo de la fotografía un arte, pues ningún arte es demente.
-Consiste en generalizarla, para que no pueda ser excepcional.
-Todo un mosaico de características añade Barthes a la fotografía: La imagen fotográfica está llena, abarrotada.
-Excluye toda purificación, toda catarsis.
-La fotografía es violenta.
-Cada una es leída como la apariencia privada de sus referente.
-Si no se puede profundizar en ella es a causa de su fuerza de evidencia.
-La fotografía como un medium, una alucinación, imagen demente y barnizada de realidad.
-La fotografía puede ser loca o cuerda: cuerda si su realismo no deja de ser relativo, loca si ese realismo es absoluto.
-La fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente.
-La cámara oscura debe ser llamada lúcida pues esta muestra, incluso enseña rasgos de una persona que al natural no encontramos.
-Cuando me siento observado por el objetivo, todo cambia: me construyo en el acto de "posar", me fabrico instantáneamente otro cuerpo, me transformo por adelantado en imagen.
-En el fondo la fotografía es subversiva, y no cuando asusta, trastorna o incluso estigmatiza, sino cuando es pensativa.
-Para Barthes, existe otro punctum, éste no está en la forma, el detalle, sino que es de intensidad, es el tiempo. Es el desgarrador énfasis del noema: esto ha sido, su representación pura (esto ha sido y esto será)
Han sido varios dentro del mundo de la fotografía los que se han referido al texto de Roland Barthes:
—Allan Sekula
[Fotógrafo, escritor y teórico, b. 1951, Erie, Pensilvania, m. 2013, Los Ángeles.]
“Se imagina que la fotografía tiene un núcleo primitivo de significado desprovisto de toda determinación cultural. Es este análogo no invertido al que Roland Barthes se refiere como la función denotativa de la fotografía. Él distingue un segundo nivel de significado invertido, culturalmente determinado, un nivel de connotación. En el mundo real no es posible tal separación. Cualquier encuentro significativo con una fotografía debe ocurrir necesariamente a nivel de connotación. El poder de este folklore de pura denotación es considerable. Eleva la fotografía al estatus legal de documento y testimonio. Genera un aura mítica de neutralidad alrededor de la imagen.”
—Geoffrey Batchen
[Fotohistoriador, b. 1956, Australia, vive en Wellington, Nueva Zelanda.]
“... la temporalidad "que-ha-sido" de la fotografía una vez descrita por Roland Barthes ha sido reemplazada por un "qué-está-pasando", un compartir de una inmediatez de presencia.”
—Nikki S. Lee
[Fotógrafo, b. 1970, Kye-Chang, Corea, vive en Nueva York.]
En total, he pasado nueve o diez años aprendiendo fotografía. ¡Y ya no tomo fotos! Me encanta no tener que concentrarme en los aspectos técnicos de las cosas. No me gusta presionar el botón o enfocarme en la iluminación, pero me gusta la fotografía y mirar imágenes. Me gusta el contexto de la fotografía, puedo prepararlo con claridad. Amo a Roland Barthes y todo y soy bueno en el aspecto técnico de la fotografía, pero después de diez años, me alegro de no tener que hacerlo más.
FOTOS-IMPACTOS, UN ENSAYO DE ROLAND BARTHES
Geneviéve Serreau, en su libro sobre Brecht, recordaba aquella fotografía de Match en la que se ve una escena de ejecución de comunistas guatemaltecos; señalaba correctamente que esa fotografía no es terrible en sí y que el horror proviene del hecho de que nosotros la miramos desde el seno de nuestra libertad; una exposición de fotos-impactos en la galería d’Orsay, de las cuales muy pocas, precisamente, lograron impactarnos, dio razón, paradójicamente, a la observación de Geneviéve Serreau: no es suficiente que el fotógrafo signifique lo horrible para que nosotros lo experimentemos como tal. La mayoría de las fotografías reunidas en la exposición para chocarnos no nos produce ningún efecto, precisamente, porque el fotógrafo nos ha sustituido de modo demasiado generoso en la conformación de su tema: en casi todos los casos sobreconstruyó el horror que nos propone añadiendo al hecho, por contrastes o aproximaciones, el lenguaje intencional del horror. Una fotografía, por ejemplo, coloca un grupo de soldados al lado de un campo cubierto de cabezas de muertos; otra nos presenta a un joven militar mirando un esqueleto; otra, en fin, capta una columna de condenados o de prisioneros en el momento en que se cruza con un rebaño de carneros. Pero ninguna de esas fotografías, realizadas con tanta destreza, nos llega. Frente a ellas estamos como desposeídos de nuestro juicio: alguien se ha estremecido por nosotros, alguien ha reflexionado por nosotros, alguien ha juzgado por nosotros; el fotógrafo no nos ha dejado nada, salvo un simple derecho de aceptación intelectual. Lo único que nos vincula a esas imágenes es un interés técnico; cargadas de sobreindicación por parte del artista, no tienen ninguna historia para nosotros, no podemos inventar nuestra propia recepción a ese alimento sintético, ya totalmente asimilado por su creador.
Otros fotógrafos quisieron sorprendernos, a falta de impactarnos, pero el error de principio es el mismo; se esforzaron, por ejemplo, en captar con gran habilidad técnica el momento más extraño de un movimiento, su situación extrema, el planeo de un jugador de fútbol, el salto de una deportista o la levitación de los objetos en una casa encantada. Pero también en este caso el espectáculo, aunque directo y para nada compuesto por elementos contrastados, sigue siendo demasiado construido; la captación del instante único se presenta como gratuita, demasiado intencional, surgida de una voluntad de lenguaje que molesta y esas imágenes bien logradas no tienen ningún efecto sobre nosotros; el interés que pueden despertar no sobrepasa el tiempo de una lectura fugaz, no resuena, no perturba y nuestra recepción se concentra en seguida sobre un signo puro; la legibilidad perfecta de la escena, su conformación, nos dispensa de captar lo escandaloso que la imagen tiene profundamente; reducida al estado de puro lenguaje, la fotografía no nos desorganiza.
Algunos pintores tuvieron que resolver ese mismo problema de lo extremo, del apogeo del movimiento, pero lo lograron mucho mejor. Los pintores del imperio, por ejemplo, al tener que reproducir instantáneamente (caballo encabritándose, Napoleón extendiendo el brazo sobre el campo de batalla, etcétera) confiaron el movimiento al signo amplificado de lo inestable, lo que podría llamarse el numen, el estremecimiento solemne de una pose que, sin embargo, resulta imposible de instalar en el tiempo; este aumento inmóvil de lo imperceptible —lo que más tarde se llamará fotografía en el cine— es el lugar mismo donde comienza el arte. El leve escándalo de esos caballos exageradamente encabritados, de ese emperador congelado en un gesto imposible, esa terquedad de la expresión, que también se podría llamar retórica, añade a la lectura del signo una especie de captación turbadora que arrastra al lector de la imagen hacia un asombro visual más que intelectual, porque lo pega a las superficies del espectáculo, a su resistencia óptica y no inmediatamente a su significación.
La mayoría de las fotos-impactos que nos mostraron son falsas, porque han elegido precisamente un estado intermedio entre el hecho literal y el hecho aumentado: demasiado intencionales para fotografía y demasiado exactas para pintura, carecen a la vez del escándalo de la letra y de la verdad del arte; quisieron hacer signos puros, sin consentir en otorgar a esos signos, por lo menos, la ambigüedad, la lentitud de lo denso. Es lógico, pues, que las únicas fotos-impactos de la exposición (cuyo principio sigue siendo muy loable) resulten ser, precisamente, las fotografías de agencia, en las que el hecho sorprendido estalla en su terquedad, en su literalidad, en la evidencia misma de su naturaleza obtusa. Los fusilados guatemaltecos, el dolor de la novia de Aduan Malki, el sirio asesinado, el machete amenazante del policía, estas imágenes asombran porque parecen, a primera vista, extranjeras, casi calmas, inferiores a su leyenda: están visualmente disminuidas, desposeídas de ese numen que los pintores de composición no hubieran dejado de añadirles (y con todo derecho puesto que se trataba de pintura). Carente tanto de alegato como de explicación, lo natural de esas imágenes obliga al espectador a una interrogación violenta, lo encamina a un juicio que él mismo elabora sin ser molestado por la presencia demiúrgica del fotógrafo. Se trata, exactamente, de la catarsis crítica pregonada por Brecht y ya no de una purga emotiva, como en el caso de la pintura temática. Quizás aquí se vuelvan a encontrar las dos categorías de lo épico y de lo trágico. La fotografía literal introduce al escándalo del horror, no al horror mismo.
En Mitologías
Junichiro Tanizaki, Elogio de la sombra
”En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza fue siempre la luz; en la estética tradicional japonesa lo esencial está en captar el enigma de la sombra.”
”Dicen que el papel es un invento de los chinos; sin embargo, lo único que nos inspira el papel de Occidente es la impresión de estar ante un material estrictamente utilitario, mientras que sólo hay que ver la textura de un papel de China o de Japón para sentir un calorcillo que nos reconforta el corazón. A igual blancura, la de un papel de Occidente difiere por naturaleza de la un hosho o un papel blanco de China. Los rayos luminosos parecen rebotar en la superficie del papel occidental, mientras que la del hosho o del papel de China, similar a la aterciopelada superficie de la primera nieve, los absorbe blandamente. Además, nuestros papeles, agradables al tacto, se pliegan y arrugan sin ruido. Su contacto es suave y ligeramente húmedo como el de la hoja de un árbol.”
”En realidad, la belleza de una habitación japonesa, producida únicamente por un juego sobre el grado de opacidad de la sombra, no necesita ningún accesorio”
“En definitiva, cuando los occidentales hablan de los “misterios de Oriente”, es muy posible que con ello se refieran a esa calma algo inquietante que genera la sombra cuando posee esta cualidad.”
“Nuestro pensamiento, en definitiva, procede análogamente: creo que lo bello no es una sustancia en sí sino tan sólo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros producido por yuxtaposición de diferentes sustancias. Así como una piedra fosforescente, colocada en la oscuridad, emite una irradiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra.”
“¿Cuál puede ser el origen de una diferencia tan radical en los gustos? Mirándolo bien, como los orientales intentamos adaptarnos a los límites que nos son impuestos, siempre nos hemos conformado con nuestra condición presente; no experimentamos, por lo tanto, ninguna repulsión hacia lo oscuro; nos resignamos a ello como a algo inevitable: que la luz es pobre, ¡pues que lo sea!, es más, nos hundimos con deleite en las tinieblas y les encontramos una belleza muy particular.”
”Nuestros antepasados empezaron delimitando en el espacio luminoso un volumen cerrado con el que hicieron un universo de sombra.”
-Elogio de la sombra, Junichiro Tanizaki
Joel Meyerowitz, Conferencia de Milan, 2013
Llevo más de 50 años haciendo fotos, y la pregunta que me sigo haciendo es por qué me sigue resultando tan interesante. Podríais pensar que después de 50 años la fotografía se me ha hecho monótona, pero no es el caso. Para mí, cada seis o siete años, algo cambia en mí, como una estación del año, cambiando mis ideas sobre la fotografía y los objetos que me interesan. Así que, básicamente, durante 50 años, este medio, esta especie de misterio, el mundo de cada día que es visible para nosotros, me ha proporcionado un continuo misterio que me mantiene conectado a la fotografía y a mí mismo. En ese sentido, la fotografía ha sido mi maestra. Y a mi edad, tras más 50 años de trabajo, me siento fresco y preparado para comenzar un nuevo trabajo. Y cada día me levanto y salgo a las calles de una ciudad, al campo o a una pequeña población, siento un apetito ardiendo dentro de mí, algo que me dice 'sigue mirando', 'qué es eso, por qué es tan interesante', 'fíjate en esa cara', 'mira el gesto de esa persona', 'mira cómo la luz cae sobre la tierra'… Parece que me pase todo el día diciendo 'mira eso', 'mira aquello'…“A poca gente quiero de verdad, y de muy pocos tengo buen concepto. Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano y en lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia”.
El mundo tiene un efecto estimulante en mí y creo que ,de alguna forma, mi forma de honrar ese efecto es levantar la cámara y apretar el botón para atrapar aquello que veo y me resulta conmovedor, rico en misterio o me hace sentir amor por algo. Estas sensaciones humanas orquestadas a través de una cámara son una especie de intercambio, y eso es lo que ha dado sentido a mi vida.odo comienza con una idea. Tal vez quieras comenzar un negocio o convertir un pasatiempo en algo más. O bien, es posible que tengas un proyecto creativo para compartir con el mundo. Sea lo que sea, la manera en la que cuentes tu historia en línea puede marcar la diferencia.
Mark Steinmetzm trato de avivar la llama
No comienzo un proyecto con una agenda que vaya a determinar en exceso el resultado. Creo que comienzo con una leve visión – uno de esos susurros en la brisa – que de alguna manera se apodera de mí. Yo trato de avivar la llama y ver qué sale de ella, pero el tipo de fotografía que hago depende de lo que el mundo de fuera quiera soltar, así que en cierto modo, me siento impotente y sólo espero que el universo esté de mi lado. Un proyecto termina cuando la energía que lo impulsó una vez ha desaparecido (por cualquier razón, o sin razón), y luego con tiempo y esfuerzo para editar e imprimir empiezo a ver patrones más grandes y llego a entender un poco más lo que hice. Cuando estás en medio del proceso, estás entusiasmado y sabes que estás en algo, pero exactamente en lo que estás queda un poco fuera de tu alcance. Una gran cantidad de intuición está involucrada en todo esto.
Mark Steinmetz, entrevistado por TBW Books.
Una versión fantásticamente simplificada del ojo de una mosca, Franz Kafka
En la primavera de 1921, se instalaron en Praga dos máquinas fotográficas automáticas inventadas poco antes en el extranjero que reproducían seis o diez más exposiciones de la misma persona en la misma placa.
Cuando llevé a Kafka una serie semejante de fotografías le dije de buen humor:
– Por un par de coronas uno puede hacerse fotografiar desde todos los ángulos. Este aparato es un Conócete a ti mismo mecánico.
– Un Desconócete a ti mismo, querrás decir –dijo Kafka.
– ¿A qué te refieres? –protesté-. ¡La cámara no miente!
– ¿Quién te dijo eso? –preguntó Kafka inclinando la cabeza-. La fotografía concentra nuestra mirada en la superficie. Por esa razón enturbia la vida oculta que trasluce a través de los contornos de las cosas como un juego de luces y sombras. Eso no se puede captar siquiera con las lentes más penetrantes. Hay que buscarlo a tientas con el sentimiento. Esa cámara automática no multiplica los ojos de los hombres sino que se limita a brindar una versión fantásticamente simplificada del ojo de una mosca.
—Gustav Janouch, Fragmento de Conversaciones con Kafka
Huida a la imagen de Byung-Chul Han
Hoy las imágenes no son solo copias, sino también modelos. Huimos hacia las imágenes para ser mejores, más bellos, más vivos. Sin duda no solo nos servimos de la técnica, sino también de las imágenes para llevar adelante la evolución. ¿Podría ser que la evolución descansara en una imaginación, que la imaginación fuera constitutiva para la evolución? El medio digital consuma aquella inversión icónica que hace aparecer las imágenes más vivas, más bellas, mejores que la realidad, percibida como defectuosa:
Ante los clientes de un café, alguien me dijo justamente: «Mire qué mates son; en nuestros días las imágenes son más vivientes que la gente». Una de las marcas de nuestro mundo es quizá este cambio: vivimos según un imaginario generalizado. Ved lo que ocurre en Estados Unidos: todo se transforma allí en imágenes: no existe, se produce y se consume más que imágenes. [1]
Apuntes sobre fotomontaje, Grete Stern
Texto leído en el Foto Club Argentino, Buenos Aires, septiembre 1967, y publicado en la revista Fotomundo, número 310, Buenos Aires, febrero 1994.
Hace unos años la revista Idilio, de Editorial Abril, dedicó una de sus páginas a la interpretación de los sueños. La tituló: «El psicoanálisis le ayudará». Era un momento en que los conceptos de ideas psicoanalíticas penetraban en todas las capas de la sociedad, y dicha página fue recibida con agrado por el público lector, mayormente femenino.
Recuerdo que la parte literaria-interpretativa de la nueva sección estaba bajo la dirección del profesor Gino Germani, bien conocido en el ambiente universitario, que firmaba las notas con el seudónimo Richard Rest. Para la ilustración fotográfica de los sueños interpretados, la Editorial Abril solicitó mi colaboración. Yo les propuse utilizar fotomontajes.
El trabajo se desarrolló más o menos así: Germani me entregaba el texto del sueño, copia fiel en la mayoría de los casos, de una de las tantas cartas que se habían dirigido a la Editorial Abril con pedido de interpretación. A veces, antes de comenzar mi labor, conversábamos con Germani acerca de la interpretación. Por lo general ocurría que Germani me presentaba solicitudes referidas a la diagramación: que debía ser horizontal o vertical, o con un primer plano más oscuro que el fondo, o representando formas intranquilas. En otras ocasiones me señalaba que tal figura debía aparecer haciendo esto o lo otro; o insistía para que aplicara elementos florales o animales.
Ahora bien, ¿qué es un fotomontaje? Una definición aproximada: la unión de diferentes fotografías ya existentes, o a tomarse con ese fin, para crear con ellas una nueva composición fotográfica. De esta manera surgen numerosas posibilidades para la composición, entre ellas la de juntar elementos inverosímiles. Por ejemplo: una mujer en traje de baño, en una sala de fiesta, guiando un elefante. Además, se pueden distorsionar las proporciones de los elementos que se utilizan en el montaje. De ese modo, no es nada difícil que un niño aparezca sentado sobre una mosca que representa un avión, volando sobre un bosque de repollos. Se puede también distorsionar la perspectiva: un hombre fotografiado desde arriba observa unas torres o árboles fotografiados desde abajo. La perspectiva distorsionada siempre dará el efecto de lo inseguro, de lo inverosímil. Conviene agregar que, en contraste, una perspectiva correcta es imprescindible para otros casos, como el del niño montado en la mosca, pues aquí la perspectiva exacta aumenta gráficamente la veracidad.
Hay varias técnicas para la realización del fotomontaje. Se pueden proyectar, por ejemplo, los elementos que lo componen directamente sobre el papel fotográfico por medio de la ampliadora; se mueve la ampliadora según el tamaño deseado; se mueve el papel que recibe la proyección según el lugar que debe ocupar la imagen; se tapan partes del negativo o del papel para que no se proyecte el negativo entero, o para dejar en el papel lugares en blanco para recibir otras proyecciones y evitar que una fotografía cubra la otra, siendo esto último a menudo el efecto buscado.
Los montajes que expongo están realizados de otra manera. Primero preparo un boceto, un dibujo a lápiz que indica la diagramación y los elementos fotográficos que compondrán el montaje. Veamos: un fondo de nubes, una playa de arena en primer plano, en la que se ve una botella de vidrio con una chica encerrada en ella. Amplío los negativos de acuerdo a este boceto. Las nubes y la playa las obtengo de negativos de mi archivo. Tomo una fotografía de la chica sentada en la posición que indica el boceto. La amplío a un tamaño que permita colocarla detrás de la botella real, de modo que produzca la impresión de que la chica está encerrada en la botella. Fotografío el conjunto y lo recorto. Luego ensayo el tono de los fondos –el cielo con nubes y la playa de arena– para que den relieve a la botella.
También ensayo el tamaño de la botella respecto del fondo, probando qué tonalidad y tamaño relativos me convienen. Yo me inclino por este sistema, que me permite decidir visualmente, no intelectualmente, moviendo e intercambiando los elementos fotográficos, hasta que logro la composición que me satisface. A continuación pego las fotografías en el orden elegido. Si lo considero necesario, agrego elementos gráficos, tales como sombras, bordes subrayados, etcétera.
También es útil el retoque en el montaje, agregando o suprimiendo lo que uno desea. En este caso, nos hallamos ante una combinación de elementos gráficos y fotográficos. Otra manera de trabajar, más complicada que la que acabo de describir, pero que produce buenos efectos de espacio, de luz y de sombra, de verosimilitud, es la siguiente: se colocan las diferentes fotografías que integran el montaje, sueltas o entre vidrios, o apoyadas en palitos o cartones, en el orden que les corresponde, como si se tratara de un escenario, si lo veo necesario, puedo dejar algunos elementos fuera de foco. Al fondo, las nubes; la playa de arena más cerca de la cámara y, al final de la playa, o entre playa y nubes, la botellita con la chica. Ninguna fotografía toca la otra. Esto da la posibilidad de producir nuevos efectos por medio de la iluminación.
Finalmente, fotografío todo este escenario. El fotomontaje se utiliza también para otros fines. Arquitectos, escultores y decoradores –particularmente los de teatro– lo emplean a menudo. Su aplicación exige un gran control de la perspectiva y de la proporción. A propósito de lo dicho, voy a contar un caso que considero interesante. Un escultor proyectó un monumento a levantarse en cierto lugar de la ciudad. Presentó la figura reducida al concurso correspondiente, y agregó un fotomontaje donde se veía la escultura ya instalada en el lugar que tenía destinado. Para realizar el fotomontaje fue necesario fotografiar primero el mencionado lugar. El escultor eligió el punto de vista, y el fotógrafo debió decir:
1) a qué altura del suelo colocar la cámara; 2) cuál debía ser la posición del sol en el momento de la toma. El fotógrafo hizo dos tomas: una donde el fondo o las partes lejanas presentaban la misma nitidez que las partes cercanas, y la segunda dejando las partes lejanas fuera de foco.
La fotografía siguiente era la del pequeño monumento. Aquí también el escultor eligió el ángulo a observar. El fotógrafo tuvo que calcular a qué altura del pequeño monumento colocar la lente de la cámara y, además, debió elegir la posición de las lámparas para que el efecto a producir se correspondiera al efecto del sol en la vista fotográfica anterior. Otra vez se hicieron dos fotografías: una con el fondo en foco, la otra con el fondo fuera de foco. Para la toma final no se pegó la fotografía del monumento sobre la foto de la ciudad, sino que se la colocó frente a la misma, obteniendo así un gran efecto de volumen.
También se utiliza el fotomontaje para fines de propaganda publicitaria. En la actualidad, con menos intensidad que hace diez o quince años. Pero siempre es interesante para la realización de tapas de libros, avisos y afiches. Fuera del catálogo presento aquí algunos trabajos míos realizados para propaganda publicitaria.
En una librería vi, días pasados, un libro que recomienda y explica la aplicación del fotomontaje. Pude observar algunos montajes poco comunes: la combinación de diferentes partes de caras distintas logrando expresiones insólitas. Para el trabajo de montaje es sumamente útil contar con una amplia colección de revistas. Ver muchas fotografías abre campo a las sugerencias y estimula las ideas. Cuando el fotomontaje se destina a una publicación debemos tomar la precaución de no utilizar caras o figuras de personas sin su autorización. Cierta vez, en un montaje para Editorial Abril, mostré la cara de una chica que se observa la mano. Cada dedo de la misma era reemplazado por la figura de un hombre diferente.
Para este trabajo utilicé figuras de modelos de mi archivo cuya conformidad tenía asegurada. Pero me faltaba la figura de un hombre para el pulgar: debía ser bajo, gordo, sin sombrero. Me acordé de una fotografía de un grupo de obreros que había tomado años atrás. Allí estaba el que cubría las características buscadas. Pegué su fotografía sobre el pulgar y entregué el trabajo. Días después de aparecer la revista la editorial me informó que una señora viuda, muy ofendida, se había presentado preguntando dónde obtuvieron la fotografía de su difunto esposo –que era el del pulgar– y quién había autorizado su reproducción. Expliqué los pormenores del caso a las autoridades de Abril y éstas dieron mi nombre y número de teléfono a la señora. Yo estaba dispuesta a asumir las responsabilidades de una situación un tanto imprevista, pero la señora nunca se presentó.
No fueron los fotógrafos los primeros que hicieron de este juego con las fotografías un medio gráfico mundialmente reconocido, sino los artistas plásticos que integraban los movimientos Dadá y Surrealismo. Ellos descubrieron en la fotografía un elemento nuevo y distinto para la realización de sus composiciones en combinación con el dibujo y con la pintura. El Dadaísmo fue un movimiento artístico que se creó en Zúrich, Suiza, a comienzos de 1919, es decir, apenas finalizada la Primera Guerra Mundial. Artistas jóvenes, plásticos y escritores de varios países europeos se reunían diariamente en un cabaret de nombre Voltaire. Todos se oponían a la guerra y al nacionalismo e invitaban a artistas de todas las corrientes y al público a participar ofreciendo sugerencias y formulando planteamientos. Entre los primeros figuraron Picasso y Marinetti.
En verdad, el Dadaísmo se presentó en contra de todos los ismos existentes: cubismo, futurismo, expresionismo, etcétera. Tenía la intención de inquietar al publico. Y este propósito se logró ampliamente. En el cabaret se hicieron presentaciones tan extrañas, tan excéntricas, que produjeron en el público reacciones de gran violencia.
En Berlín el Dadaísmo tenía un tono más político. Huelsenbeck, conocido líder de Dadá, era comisionado de las Bellas Artes de la Revolución Alemana. Otros colaboradores de renombre internacional eran George Grosz, extraordinario dibujante, o John Heartfield, que utilizó el fotomontaje para las tapas de los libros de su editorial Malik y aplicó una tipografía arbitraria en los afiches que contenían declaraciones políticas. Otro era Kurt Schwitters, pintor, dibujante y poeta, no comprometido políticamente. Escribió largas poesías compuestas sólo de sonidos, que él mismo recitaba cantando, gritando, silbando y bailando alrededor de una estatua en una galería de arte de Hannover, donde vivía. Todo esto se parecía a las presentaciones que se efectuaban en Zúrich y es, a cincuenta años de distancia, el antecedente directo de lo que hoy se da en llamar «happening». Schwitters hizo montajes utilizando fotografías, papelitos, botones o cualquier otro objeto que encontrara en sus paseos.
El fotógrafo Man Ray pertenecía a Dadá. Era norteamericano, pero fijó su residencia en París. Presentó los rayogramas, que eran fotografías sin cámara, esto es, juegos de luces y de sombras de objetos sobre material negativo y positivo. En 1924, poetas y artistas plásticos –gente joven, todos ellos, entre los que se contaban algunos adolescentes– fundaron el movimiento Surrealista, que puede entenderse como una continuación de Dadá, con mayor importancia y gravitación en lo que hace a su influencia, a sus exigencias y, en consecuencia, a lo que realizó. Nombraré algunos de los más conocidos artistas plásticos del Surrealismo: Dalí, Tanguy, Magritte. Y otra vez, el fotógrafo Man Ray. Uno de sus montajes más difundidos es aquel que representa los hermosos labios de una mujer en un cielo cubierto de pequeñas nubes, sobre un paisaje oscuro, neutro. Lo llamó À l’heure de l’observatoireles Amoureux (En la hora del observatorio- los amantes). Un detalle a subrayar: el título de un fotomontaje juega siempre un papel muy importante. André Breton, jefe del Surrealismo, dijo en una declaración del movimiento: «Para mí la imagen más fuerte es la que presenta el mayor grado de arbitrariedad». Una interpretación de estas palabras sería la que sigue: en Dadá y en el Surrealismo se hacen presente restos del Romanticismo del siglo pasado, junto al rechazo de todo lo conocido y a una enorme valoración de la invención. Hoy estamos viviendo en la era de los inventos, de los platos voladores, de las máquinas que reemplazan al hombre en sus labores habituales, y otras cosas que nadie hubiera creído posible en 1930.
Un año antes del nacimiento del Surrealismo, en Alemania surgía otro movimiento, que se llamó Die neue Sacalichkeit (La Nueva Objetividad), que buscó la presentación de la imagen objetiva, contra todo sentimentalismo. En efecto, la fotografía puede ofrecer la representación objetiva de una cosa, especialmente si la muestra sin ambiente. Muchos artistas Dadá hicieron autorretratos combinando la objetividad de una fotografía recortada con el gesto románticoinventivo personal. En una obra que se llama Máscara para insultar a los estetas, se ve medio cuerpo de mujer, el vestido escotado adornado con una rosa, el óvalo de la cara cubierto con un montaje de fotografías y de recortes de diarios.
Para terminar voy a describir los anuncios –fotomontajes– reproducidos en un libro dedicado a Dadá y al Surrealismo. El primer anuncio es del año 1906, de una revista inglesa, realizado con evidente ingenuidad. Se ve una multitud de hombres y mujeres bien vestidos y, en el fondo, una fábrica con sus correspondientes chimeneas.
En el cielo gris, planeando sobre todo el conjunto, un corsé con ligas, tal como lo usaban las mujeres de aquel tiempo. Al pie se lee: Party in the garden of the Royal Corset Company (Fiesta en el jardín de la real compañía para corsés). El otro anuncio es del año 1936, de una revista para ropa femenina. Está presentado con habilidad publicitaria.
Se ve un óvalo de cara, cortado de tela lisa; hilos de lana de tejer forman el cabello; dos botones en lugar de los ojos; otro hilo simula la nariz, y un pequeño cierre relámpago semiabierto es la boca. La leyenda dice: Most slide fasteners suffer from exposure. La traducción no es fácil, pues da lugar a una doble interpretación. Puede significar que la mayoría de los cierres relámpagos quedan abiertos, o que los muy «vivos» sufren, precisamente, por ser demasiado «vivos».
Discutir si la fotografía es un arte o no me parece un malgastar el tiempo, porque el terreno de las definiciones es infinito, trillado y controvertido, y ninguna definición podrá negar
la importancia que tiene la fotografía en la vida social, política y expresiva del hombre de hoy.
Para mí, en todo caso, la fotografía es un medio con el que me expreso y que requiere, como afirma Julio Cortázar en su cuento Las babas del diablo, que se posea «disciplina, educación estética y dedos seguros»
Cora Gamarnik, nos da instrucciones para mirar una fotografía
Cora Gamarnik, es Doctora en Ciencias Sociales, comunicadora social y gran estudiosa de la fotografía en el fotoperiodismo. Su texto Instrucciones para mirar una fotografía me parece…fascinante.
Elegir, buscar o encontrar una fotografía que por alguna razón nos impacte, nos interese, nos sorprenda, nos duela, nos alegre, nos lastime, nos traiga recuerdos, nos convenza, nos interpele.
Buscar una foto y mirarla. Mirarla, mirarla y volverla a mirar. Detenernos para verla.
Buscar al autor o autora. Buscar el año, el día, el lugar donde se hizo. Si es posible, entrevistar al autor. Preguntarle por qué sacó esa foto, en qué circunstancias, que le pasó al sacarla, que sintió, que hizo después, cómo la hizo circular, para qué o para quién la sacó, dónde la publicó si es que se hizo pública. Preguntarle qué piensa de su foto.
Conocer la historia de ese autor, revisar otras de sus fotos, poner esa foto en serie, en continuidad.
Tomar lo que dice el autor con pinzas. Analizarlo, contrastarlo con otras voces. Considerarlo como una voz clave para pensar esa fotografía, pero no como la única voz posible.
Suponer la intención del autor. Pensar qué buscó, pero también lo que se le escapó, lo que captó sin querer, lo que pudo y lo que no pudo.
Identificar las causalidades y las casualidades de esa imagen.
Pensar que hizo el fotógrafo para tomar esa imagen. ¿Dónde se paró, adónde se subió, con qué cámara la sacó, por qué eligió ese lugar? ¿Tenía otras opciones?
Pensar si la planificó, la organizó o la consiguió. Si hizo posar a los que intervienen en la imagen o no. Si sabían los fotografiados que estaban siendo fotografiados. Si trató de pasar desapercibido o armó la escena. Si modificó algo de la situación antes de fotografiarla o si hizo lo que pudo como testigo mudo.
Analizar la fecha, estudiar el acontecimiento fotografiado, las razones por las que se produjo, lo que estaba en juego, lo que quedó al margen, lo que se ganó o perdió.
Mirar lo que pasa dentro de la foto. Analizar su forma. Sus planos, sus ángulos, su composición, sus puntos de fuga, sus colores, sus luces y sombras. Ver los personajes u objetos que están presentes. Ver las poses, los detalles. Ver los actores primarios y los secundarios. Ver lo que está en primer plano. Ver lo que no está en primer plano. Ver las figuras centrales y el fondo. Ver qué está iluminado, ver qué queda a oscuras.
Ver el instante capturado. ¿Es una excepción? ¿Es parte de una rutina? ¿Es algo excepcional?
Ver si es única o una de miles.
Mirar las miradas. ¿A quién miran? ¿Hacia dónde miran? ¿Se miran entre sí? ¿Qué no pueden ver?
Mirar lo que está en el cuadro. Mirar lo que queda fuera de cuadro. ¿Qué eligió captar el fotógrafo? ¿Qué eligió que quede afuera? ¿Qué no pudo o no quiso incluir en la imagen?
Ampliar la foto y recortarla. Mirarla por pedacitos. Reencuadrarla.
Ver quiénes están dentro de la foto. ¿Qué les pasa? ¿Qué hacen allí? ¿Qué sabemos de ellos? ¿Por qué están ahí?
Mirar lo que la foto dice, grita o susurra. Mirar lo que la foto calla, oculta o no dice.
Mirar los textos que la acompañan. Pensar los textos que podrían acompañarla.
Mirar el lugar de publicación de la foto. Si está en un diario, en un libro, en el posteo de un amigo, en la página oficial de un gobierno, en un álbum familiar… Si la tomó el fotógrafo de un diario, de una agencia, un free lance, un fotógrafo de un medio alternativo, un aficionado…
Mirar la relación que hay entre el o los textos que la rodean y la foto. Ver si el texto la explica, la fortalece, la tergiversa, la transforma, la completa, la tapa, la sostiene, la piensa, la contextualiza.
Pensar si vale la pena mostrarla. Y pensar ¿dónde? ¿De qué manera? En la pared de un museo, en un muro de Facebook, en la pared de una escuela, en la pared de una calle… ¿Por qué mostrarla? ¿Por qué esa y no otra de las miles y miles que existen? ¿Esa sola o con otras?
Preguntarse: ¿Qué transporta la foto? ¿Qué conserva? ¿Qué guarda?
Compararla con otras. Del mismo día, del mismo autor, de otro autor, del mismo tema, de las mismas situaciones, de otras situaciones.
Contrastarla.
Ponerla en relación, en serie.
Escribir su historia.
Ver qué sintetiza, qué simboliza, qué indica.
Ver si es huella, vestigio o rastro.
Ver qué llama enciende, que vacío deja, cómo punza.
Pensar si es un testimonio, un documento, un aguijón o una ráfaga de luz.
Ver si vale la pena archivarla, catalogarla, etiquetarla.
Ver si late.
Provoke
El repunte económico de la década de 1960, que estableció a Japón como la tercera potencia económica mundial, pasó factura a la sociedad japonesa. Particularmente en las grandes ciudades, el auge condujo al declive de las estructuras tradicionales que a su vez dejó un sentimiento de desarraigo y falta de perspectiva entre la generación más joven.
Especialmente en las universidades, se desarrolló una oposición fundamental contra las nuevas estructuras políticas, económicas y culturales que habían surgido en el período de posguerra. En 1968, la resistencia se manifestó una vez más en las protestas estudiantiles contra la pendiente prórroga del pacto de seguridad “ANPO” y la Guerra de Vietnam.
El sentimiento de alienación y desarraigo de la generación joven encontró expresión artística sobre todo en la fotografía de finales de los años sesenta.
Esta fase de la agitación fue documentada por Shomei Tomatsu en su libro de fotos ¡Oo! Shinjuku . Residente del distrito de Shinjuku, se centró en la vida pública y privada de la generación joven y las protestas estudiantiles que comenzaron en Shinjuku.
En la década de 1960, Tomatsu se había convertido en el fotógrafo líder de Japón y, desde su época en VIVO, fue mentor y modelo a seguir para la generación emergente de fotógrafos jóvenes. En 1968, Shomei Tomatsu se hizo cargo de la organización de la primera gran exposición retrospectiva de fotografía japonesa titulada "Cien años de fotografía: una exposición histórica de la expresión fotográfica japonesa". Entre otros, Tomatsu contrató a Koji Taki y Takuma Nakahira, el joven editor de la revista Gendai no me (Modern Eye) , para trabajar en esta exposición. Bajo la influencia de Tomatsu, Nakahira había comenzado a practicar la fotografía a mediados de la década de 1960, aprendiendo las técnicas necesarias con la ayuda de Daido Moriyama. Sin embargo, en el transcurso de los preparativos para la exposición y las discusiones concomitantes sobre el estado de la fotografía japonesa, Nakahira, Taki y otros comenzaron a distanciarse del enfoque documental pero simbólico de la fotografía de Shomei Tomatsu.
La exposición sobre la historia de la fotografía japonesa se inauguró en junio de 1968; poco después, en octubre del mismo año, la revuelta juvenil culminó con las manifestaciones contra la guerra, que implicaron fuertes enfrentamientos. De noviembre de 1968 también vio la aparición del primer número de la revista foto Provoke (Provocar) , con el que la fotografía se estableció cómo el medio de expresión artística a finales de la década de 1960. El trabajo de los fotógrafos involucrados en la revista fue tan poderoso que su enfoque estético todavía es utilizado hasta el día de hoy por fotógrafos japoneses y occidentales, siendo ejemplos notables los trabajos de Osamu Kanemura y Antoine D'Agata.
Provoke fue fundada por Takuma Nakahira, su amigo Yutaka Takanashi, el crítico Koji Taki (1928-2011) 7) y el poeta y crítico Takahiko Okada (1939-1997). El primer número comenzó con el Manifiesto Provoke , firmado por los cuatro fundadores y postulando la alienación del lenguaje y la realidad e identificando a la fotografía como el medio capaz de transmitir la realidad, aunque sea “sólo un fragmento”. Para los artistas de Provoke , la imagen fotográfica existía como “documentos de pensamiento provocadores”, trascendiendo el lenguaje y el bagaje ideológico:
“Hoy, cuando las palabras han perdido su base material, es decir, su realidad, y parecen suspendidas en el aire, el ojo de un fotógrafo puede capturar fragmentos de la realidad que no se pueden expresar en el lenguaje tal como es. Puede enviar esas imágenes como documentos para ser considerados junto con el lenguaje y la ideología. Por eso, por descarado que parezca, Provoke tiene el subtítulo 'documentos de pensamiento provocativos'”.
Por invitación de Nakahira, Daido Moriyama se unió a la segunda edición. Solo tres números de la revista se publicaron en 1968 y 1969 en una tirada pequeña, y el grupo se disolvió a principios de 1970. Sin embargo, siguieron tres libros de Takuma Nakahira ( Por un idioma por venir ), Daido Moriyama ( Adiós a la fotografía ) y Yutaka Takanashi ( Toshi-e - Hacia la ciudad ), consolidando el estatus del efímero movimiento Provoke como un hito en la historia de la fotografía.
La revista ayudó a establecer un estilo que rompió deliberadamente todas las reglas de la fotografía documental tradicional. Fieles a la concisa descripción japonesa "are, bure, boke", las fotografías de calles, personas y paisajes son de hecho "granuladas, borrosas y desenfocadas", imágenes inclinadas con fuertes contrastes. El propósito principal de estas fotografías ya no es comunicar información, sino transmitir atmósfera y energía bruta.
Para empezar, Yutaka Takanashi se sorprendió por la nueva estética radical, que fue propagada sobre todo por Takuma Nakahira y Daido Moriyama. 9) Sin embargo, como él mismo estaba descontento con las opciones artísticas que habían existido hasta la fecha y buscaba activamente una nueva estética, Takanashi asumió el estilo crudo de sus dos compañeros artistas:
“La fotografía era demasiado explicativa, demasiado narrativa para mí. […] Fue natural para mí unirme a Provoke. […] Dijeron que estaban fotografiando la atmósfera. Pero fui muy preciso y cuidadoso. […] Pero mi trabajo cambió después de ver cómo funcionaban. Vi que no podía controlarlo todo. Entendí que la fotografía es solo un fragmento. Solía ser un fotógrafo que interpretaba cosas a través del lenguaje. Y luego Provoke me cambió ".
No obstante, Takanashi continuó viendo que la fotografía transmitía más que una mera atmósfera e incluso después de adoptar el estilo Provoke , sus obras conservaron un componente racional e intelectual.
Esto fue evidente en 1974 en su obra principal Toshi-e (Hacia la ciudad) , en la que trabajó en los años posteriores al final del grupo Provoke en 1970. Se puede decir que razones tanto internas como externas llevaron a la disolución de Provocar . Desde un principio, fue un grupo de individuos reunidos por una nueva idea para el medio de la fotografía, pero que partieron nuevamente en diferentes direcciones después de trabajar
A principios de 1970, la crisis social y política había llegado a su fin. , y con él la era del cambio en la sociedad japonesa. Las manifestaciones estudiantiles habían sido sofocadas por las autoridades japonesas, el pacto de seguridad “ANPO” entre Japón y Estados Unidos iba a ser ampliado y la Nueva Izquierda se retiró frustrada.
*Los fotógrafos Takuma Nakahira y Yutaka TakanashiTodo comienza con una idea. Tal vez quieras iniciar un negocio o convertir un pasatiempo en algo más. O bien, es posible que tengas un proyecto creativo para compartir con el mundo. Sea lo que sea, la manera en la que cuentes tu historia en línea puede marcar la diferencia. No te preocupes por sonar profesional. Suena como tú. Hay más de 1500 millones de sitios web, pero tu historia es lo que lo diferencia del resto. Si vuelves a leer las palabras y no oyes tu propia voz en la mente, es una señal de que aún tienes mucho trabajo por hacer.
La democratización de la fotografía
Hoy día, casi todo el mundo posee una cámara y toma fotos, lo mismo que casi todo el mundo ha aprendido a escribir y fabrica textos. Quien sabe escribir, también sabe leer; pero no todo aquel que sepa tomar fotos, necesariamente, sabrá descifrar fotos. Para aclarar por qué el aficionado a la fotografía puede ser un analfabeto fotográfico, habrá que analizar la democratización de la fotografía, lo que nos obligará a discutir también algunos aspectos de la democracia en general.
Las cámaras son compradas por gente que ha sido programada para esta compra por los aparatos publicitarios. La cámara adquirida será «del último modelo»: más barata, más pequeña, más automática y más eficaz que los modelos precedentes. Como hemos visto arriba, este continuo perfeccionamiento de los modelos de cámara se basa en una respuesta con la que los aficionados a la fotografía alimentan la industria fotográfica: ésta aprenda automáticamente del comportamiento de los aficionados (así como de la prensa especializada que la abastece permanentemente con resultados de pruebas). Es ésta la esencia del progreso postindustrial. Los aparatos se perfeccionan mediante la respuesta social.
Pese a que la cámara está basada en unos principios científicos y técnicos complejos, es muy fácil hacerla funcionar. Es un juguete estructuralmente complejo, pero funcionalmente simple. Como tal juguete constituye lo contrario del juego de ajedrez, que es simple en su estructura, pero complejo en su función: sus reglas son sencillas, pero es difícil jugar bien al ajedrez. Con una cámara en la mano cualquiera puede fabricar fotografías excelentes sin tener una noción de los procesos complejos que pone en marcha al apretar el disparador.
El aficionado a la fotografía se distingue del fotógrafo por disfrutar de la complejidad estructural de su juguete. Al contrario del fotógrafo y del jugador de ajedrez, no busca «nuevas jugadas» ni información ni improbabilidades, sino que desea simplificar la función del juguete gracias a una automatización cada vez más completa. Enigmático para él, el automatismo de la cámara le embriaga. Las asociaciones de aficionados a la fotografía son templos del culto a las complejidades estructurales aparatísticas, espacios para viajes alucinatorios, fumaderos de opio postindustriales.
La cámara obliga a su poseedor (al que es poseído por ella) a tomar fotos sin cesar, a fabricar más y más imágenes redundantes. Esta fotomanía de la eterna repetición de lo mismo (o lo muy similar) acaba conduciendo a un momento en que el aficionado se siente ciego sin la cámara: se ha establecido una drogodependencia. El aficionado a la fotografía ya no sabe contemplar el mundo más que a través de la cámara y a partir de las categorías fotográficas. No tiene «dominio» de la fotografía, sino que es arrastrado por la vorágine de su aparato y se ha convertido en su disparador automático prolongado. Su comportamiento es un funcionamiento automático como cámara.
El resultado es un continuo flujo de imágenes fabricadas de forma insconsciente. Ellas constituyen una memoria aparatística, una memoria para un funcionamiento automático. Quien hojea el álbum de un aficionado a la fotografía ni mucho menos reconoce en él vivencias congeladas, conocimientos o valores de una persona, sino posibilidades aparatísticas ejecutadas automáticamente. Un viaje de Italia documentado de este modo almacena los lugares y las horas en los que el aficionado fue inducido a apretar el disparador y muestra dónde ha estado el aparato y qué ha hecho allí. Éste es el caso de cualquier fotografía documental. El documentalista, al igual que el aficionado a la fotografía, se interesa por escenas siempre nuevas, vistas desde una perspectiva invariable. Sin embargo, el fotógrafo en el sentido que aquí postulamos está interesado (de modo similar al jugador de ajedrez) en ver de una manera siempre nueva, es decir, en fabricar situaciones informativas. La evolución de la fotografía, desde sus comienzos hasta la actualidad, describe un proceso de creciente toma de conciencia del concepto de información: desde el afán de lo siempre nuevo con un método siempre igual hasta el interés en métodos siempre nuevos. Los aficionados y documentalistas, sin embargo, no han concebido la «información». Fabrican memorias de aparato, no informaciones, y cuanto mejor lo hacen, más patente se hace la victoria de los aparatos sobre el hombre.
Quien escribe precisa conocer las reglas de la ortografía y gramática. Quien toma fotos, debe observar las instrucciones cada vez más fáciles programadas en el lado output del aparato. Esto es democracia en la sociedad postindustrial. Por eso, el aficionado a la fotografía es incapaz de descifrar fotos: las tomas por el mundo representado de forma automática. Llegamos, pues, a la conclusión paradójica de que el desciframiento de las fotos es cada vez más difícil cuanta más gente acostumbra tomarlas: todo el mundo cree inútil descifrar fotos, ya que todo el mundo cree que sabe cómo se toman las fotos y qué significan.
Vilem Flüsser: Una filosofía de la fotografía (Editorial Síntesis)
Entrevista a Howard Greenberg, Sobre la fotografía (fragmento)
Quinientas exposiciones a lo largo de 40 años, y me gusta pensar que casi todas ellas fueron buenas exposiciones. Lo más destacado de estas cuatro décadas no son las exposiciones en sí, sino la gente que conocí en este viaje. Está Saul Leiter, la gran estrella de mi vida; William Klein, con quien trabajé durante 30 años; el talentosísimo fotógrafo callejero Joel Meyerowitz; y, por supuesto, el legendario Gordon Parks.
En los últimos 25 años, la fotografía en sí ha cambiado mucho, con los avances digitales y de otro tipo, como la llegada de la cámara digital, los teléfonos inteligentes, Photoshop y otros programas de edición. Todo lo que se pueda considerar parte de las herramientas actuales para hacer fotografías ha hecho de la fotografía contemporánea lo que es hoy, abriendo la puerta a nuevos tipos de fotografías desde la perspectiva técnica y sociopolítica.
En el pasado, el lado político de la fotografía (a menos que fuera fotoperiodismo) era una broma. A partir de ahí, ha crecido hasta incluir la política racial, las comunidades LGBTQ+ y los comentarios sobre los extremos de la sociedad. También se expandió en términos de permitir a los fotógrafos profundizar más en la técnica fotográfica y en el tema, principalmente debido a los cambios en el equipo fotográfico hacia equipos más portátiles y más fáciles de manejar; no tener que preocuparse por recargar la película hace que las cosas sean menos complicadas.
Hoy en día, hay algunos fotógrafos contemporáneos representados por la galería Howard Greenberg, como Bruno Roels, cuyo trabajo vi junto con el de Roger Szmulewicz en la galería FIFTY ONE (Amberes, Bélgica). ¡El trabajo de Roels es genial! Es un buen ejemplo de lo que se puede hacer con una impresión fotográfica. Muestra cómo crear arte y crear trascendencia. Me gustan los fotógrafos cuyo trabajo está arraigado en el proceso de la fotografía. No estoy seguro de las próximas tendencias fotográficas, pero espero que la fotografía vuelva un poco más atrás, no a lo analógico, sino a valores más tradicionales, y pierda su superficialidad. Pero, por supuesto, la fotografía refleja los acontecimientos actuales en todo el mundo y muestra cómo todo es frágil y fracturado.
Es bueno que quieras estudiar fotografía en una academia para obtener los antecedentes históricos y el conocimiento del medio técnico, pero a veces puede ser una trampa. A veces, aprendes demasiado y eso te nubla la vista. Sinceramente, creo que yo tuve ese problema como fotógrafo y tenía acceso a mucho menos de lo que la gente tiene hoy en día.
Creo que la única manera de lograrlo es trabajar: fotografiar, imprimir, interactuar y aprender más hasta encontrar tu camino. Si quieres triunfar en la fotografía, mi consejo es el mismo de siempre: encuentra tu voz. No me importa cómo lo hagas, no me importa cuáles sean tus herramientas... lo más importante es entender quién eres en todo esto y hacia dónde puedes llevar tus ideas de manera creativa.
Lo más importante en tu camino fotográfico es encontrar lo tuyo y seguir con ello hasta perfeccionarlo. Por supuesto, no es un camino fácil de recorrer y es muy competitivo. Pero creo que si tienes un gran deseo de decir lo que quieres decir visualmente y trabajas en ello, el éxito llegará.