…por ahí, un día cualquiera

Estoy en Madrid, la mañana promete, voy a ver unas exposiciones.

La única cosa que desde la niñez hasta la vejez se mantiene inalterada es la mirada, convertida así en una verdadera identidad. El modo en que nuestros ojos miran y se expresan nunca cambia. Las manos también son reconocibles en todo momento de la vida. Pero los ojos y las manos cumplen otra propiedad: son las partes del cuerpo que más veces movemos; incluso dormidos vibran nuestros ojos y tiemblan nuestros dedos, como si compitieran con esa imparable maquinaria que son los órganos internos. Ojos y manos: vigías que su incesante bombeo de identidad recuerdan a una especie de corazón externo. "

A. F. Mallo