ABANDONARSE AL TIEMPO

Se habla de los mayores, se habla de los viejos y quiero hacer una denuncia, mi rechazo a cómo la sociedad trata a sus mayores. Simone de Beauvoir ofrece una lectura de la imagen de la vejez en diferentes épocas históricas y culturales, complementándola luego con la imagen que el anciano tienen de sí mismo, la forma en que vive su cuerpo y la relación con los otros, para terminar con una descripción de cómo lo representa la sociedad contemporánea. Lo que emerge es un cuadro que ella define como escandaloso, en el que el anciano no es solo biológicamente viejo, sino socialmente obsoleto. Su drama se vive tanto a nivel externo, en el ser dejado de lado como otro, como a nivel interno: ya no puede lo que quiere, estructura proyectos pero no puede pasar a la acción, porque su organismo se evade; su impulso se pierde por el cansancio y su pensamiento a menudo se desvía del objetivo. La vejez puede ser vivida como una enfermedad mental en la que se experimenta la angustia de huir de sí mismo. A partir de todo esto la sociedad parece no considerar ya a los viejos como verdaderamente humanos, como si no tuvieran las mismas necesidades que los demás miembros de la comunidad. Para apaciguar nuestras conciencias, los ideólogos habrían forjado los mitos en los que el anciano se encuentra sublimado o degradado: el sabio venerable que domina desde lo alto el mundo terrestre, o el viejo tonto, extravagante y vano. En cualquier caso un otro. Se trata de un texto que, a través del análisis existencialista, ofrece una denuncia social. Su objetivo es mostrar cómo el triste destino reservado a los ancianos constituye un fallo de todo el sistema social.

Personalmente me revelo, mi estado de ánimo me lleva a una permanente inquietud y búsqueda. Necesito continuar, mirar, ver, necesito emocionarme al contemplar un campo, necesito alzar la mirada y sentir admiración por el azul del cielo o por esas nubes oscuras y amenazantes del otoño, necesito sentarme en una roca y sentir el mar. Se trata entonces de esto, de vivir. Esta necesidad de “hacer” me lleva a una búsqueda continua en diferentes formas de creación, tratando de realizar algo que personalmente me satisfaga, sea en fotografía, en collage o en cualquiera otra disciplina artística. Personalmente trato de crearme mi propio compromiso, seguir y seguir, buscar.


Cortina

Con el espíritu flotante y casi diría hechizado por esa actividad mental que me había transportado hacia el lado correcto de la habitación doble, me entregué al pasatiempo de crear listas, al vicio de ensartar en un hilo invisible las cosas en apariencia más variopintas. Con la torpeza de un orientalista diletante, con la tosquedad de un luchador de sumo que ingresa a un territorio de figuras de porcelana, me entregué al arte secreto y en desuso del "tsurezure" o "nagusamu", que en japonés significa "librarse de las horas muertas", expresión frecuente en tiempos de Sei Shônagon, cuando las damas de la corte del Japón, aisladas en habitaciones individuales, se enfrentaban a largos periodos de ensimismamiento y a veces pesadumbre, que algunas intentaban no padecer mediante la contemplación y la escritura de listas.

El arte secreto y en desuso del "tsurezure" o "nagusamu", que trescientos años más tarde daría pie al "Tsurezuregusa", el libro inestimable de Yoshida Kenko, consiste en librarse de las horas muertas por medio del gesto audaz de confiarse a ellas, de no oponerles resistencia, a la manera de las artes marciales del Oriente que se valen del impulso y de la fuerza del adversario para derrotarlo (en este caso, la falta de impulso). El arte secreto de aguzar la atención frente a lo que carece de relieve y sin embargo nos constituye; el arte de abandonarse al tiempo que parece vacío, inmóvil, y que en su flujo insensible nos transporta; llevar el registro, al estilo de Sei Shônagon en "El libro de la almohada", de lo ordinario y trivial, de los días que pasan, de lo apacible e íntimo y por fin uniforme, de aquello que ya no nos dice nada si no lo interrogamos. Descubrir las afinidades secretas.


Luigi Amara, La escuela del aburrimiento, Ed. SextoPiso, 2012


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