Pasos

En la Bienal, Venecia

Cada dos años, al menos, me era obligado viajar a Venecia. Había que ir, no había pretexto para dejar de pasear por la ciudad, cenar en la cantina Giorgione en Arsenale, comer unos tramezzini en Café Tiziano o Bar Alla Toletta, picar “cicchetti” en algún bacari con un delicioso spritz o con ombra. Si a todo esto se añade empaparte de arte en la Bienal de Arte resultaba imposible no ir. Se truncó al pasar periodos en NY pero ya de nuevo en España hay que retomar esta maravillosa rutina. De Venecia me gusta todo, su historia, su cultura y sus gentes, tengo recuerdos maravillosos de mis visitas, estoy regresando y ya, nuevamente, quiero volver.

No sé, no recuerdo exactamente pero me pareció interesante tomar fotografías de los pies y piernas de las gentes que visitaban los pabellones de la Bienal, posiblemente es mi documento que acredita. Estoy allí, en la Bienal, en Venecia. (Nov 2019)

Quizás ese es el sentimiento que me guía cuando miro el paisaje, las líneas de una cara, los volúmenes de la arquitectura, las superficies pintadas de un muro, la incierta luz de alguna escena nocturna, o la extraña armonía que las nubes dan a cualquier paisaje en el mundo.

Es difícil decir por qué una habitación, las piedras en una calle, un rincón nunca visto de un jardín, un muro, un color, un espacio, una casa, inesperadamente se convierten en familiares, se convierten en algo nuestro. Sentimos que habitamos esos lugares; un sentido de total armonía nos hace olvidar que todo eso existía y continuará existiendo más allá de nuestra mirada.

Alineándolos uno tras otro, estos lugares forman un tipo de extraña secuencia consistente en piedras, iglesias, gestos, luces, nieblas, ramas cubiertas de escarcha, mares azules; se convierten en nuestro paisaje imposible, sin escala, sin un orden geográfico para orientarnos, en lo que buscamos, aun inconscientemente, cada vez que miramos por una ventana la apertura del mundo exterior, como si fueran los puntos de una brújula imaginaria que indicase una posible dirección.

Luigi Ghirri, 1989

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